Si las semanas anteriores se han caracterizado por una cierta inestabilidad, alternando días de frío con los de calor moderado, muy pronto estaremos en el "corazón" del verano, que no siempre coincide con el refrán mallorquín de "Sa monja l´encén i es frare l´apaga", (o lo que es lo mismo, de santa Margarita a san Bernardo), sino que el calor puede comenzar antes.
Nuestra alimentación, por supuesto, cambia radicalmente. Se dejan al margen, momentáneamente, muchos de los guisos caldosos que ceden protagonismo a vegetales en ensaladas o similares, paellas, fideuás y pescados o carnes asados a la lumbre. En definitiva, se deja para el invierno y el tiempo del frío la ingestión de los platos más cargados de grasa y calorías.
Nuestra cocina es riquísima y variada en platos de temporada estival: sopas de verano (d´era), o de batre con fideos, calabacines o berenjenas preparadas de mil maneras, aunque las más celebradas sean en tombet y rellenas; las cocas de trempó, las cocas dulces con albaricoques, la escudella fresca preparada con variaciones importantes, ensaladas de legumbres y de segador, siendo el trempó la mejor de todas ellas, tortillas muy variadas -una de las mejores es la de tombet-, cremas de verdura frías o tibias, pastas que se dejan estovar, pasteles (fríos) de carne, pescado o verduras, pebres torrats a la espera de que lleguen los raors y las lampugas.