"La abundancia, por suerte, no es la medida de la felicidad. Recuerdo un testimonio, de l´amo en Melcior Lladó Mesquida de Son Marge (Campos, 1920-2007) que en mayo de 2002 contaba como en su casa, pese a todas las carencias no faltaba de nada. En su niñez, un payés con un carro -l´amo en Joan Forà- les proveía de aceite a cambio de los bienes que la familia producía. -Con aceite, podíamos freír pajaritos, lo que más me gustaba.
Al anochecer, con mis hermanos y los gañanes nos adentrábamos en el Salobrar para ver dormir las titines. Y éstas se dormían (ajocaven) sobre los arbustos propios de aquellas aguas. Éramos unos quince e iniciábamos fuego para no perdernos de noche en aquel mareny y para calentarnos cuando salíamos del agua. Portábamos una luz y un cencerro y las cogíamos con la mano y, para no espantarlas las matábamos con una estreta amb les dents. Para que no hubiera prisas en cogerlas y provocar ruidos, siempre nos las repartíamos a partes iguales, com a bons germans.
Una vez peladas y sin tripa, las salábamos y las freíamos con aceite o manteca, una hoja de laurel, ajos y una guindilla. Y en el jugo que dejaban, freíamos patatas. Era una gran fiesta. Pero también servían para una cassola, un aguiat, un arroz e incluso para una coca de verdura.
Aquel sistema de vida primitivo -dijo- le parecía mucho más sano, sostenible y humano que el actual.