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Córdoba muestra su alma en forma de floridos patios

Los patios cordobeses son un muestrario de belleza.

Córdoba tiene un cuerpo que exhibe sin pudor. Un cuerpo del que forman parte su espectacular Mezquita, su barrio judío con la sinagoga, el puente romano, los molinos de agua, las plazas y callejas, los palacios y conventos, los baños árabes, las tabernas y bares... Pero Córdoba tiene también un alma que no siempre muestra, una zona íntima y bella que habitualmente reserva para sí misma, para sus vecinos y amigos, que se refugia tras los zaguanes. Son, naturalmente, los patios, esos espacios acogedores, frescos, íntimos en los que trascurre la vida pausadamente, en los que se charla, se descansa, se disfruta. Lugares de convivencia y centro de la vida familiar. Unos espacios, también, que han sabido convertir la pobreza en belleza.

Pero no siempre es así. Durante algunas semanas de primavera Córdoba muestra su alma a quienes la quieran ver. Ofrece su interior más auténtico a visitantes, turistas, vecinos y curiosos que quieran gozar del encanto de sus patios. No se trata solo, con ser mucho, que esos ojos ajenos contemplen sus paredes encaladas cubiertas de macetas de geranios, jazmines, claveles y azahares, tampoco que los olfatos aprecien la mezcla de aromas de los patios del casco viejo. Se trata, sobre todo, de abrir las puertas a su estilo de vida a todo lo que tiene de auténtico el espíritu cordobés. Por eso ahí, en esos patios multicolores, hay flores y plantas, olores de jazmín y azahar, pero hay también sones de flamenco auténtico, hay manjares en forma de sencillas tapas cordobesas y hay pequeñas copas con Moriles-Montilla.

Esos patios que implantaron los romanos como una forma de vida hacia dentro, que impulsaron los árabes cuando la ornamentación se orientó hacia el interior, simplificando las fachadas y embelleciendo los patios con azulejos, celosías y suelos de ladrillo o empedrado y en los que destacaba la importancia del agua, proliferando fuentes, surtidores y acequias que permitieron el desarrollo de flores y árboles frutales. Esos patios son, hoy como ayer, el eje de la vida en la ciudad y el espacio más sublime para sus habitantes. Además de flores, los patios cordobeses son un muestrario de viejos lavaderos, muebles antiguos, capiteles, resto arqueológicos, enseres de cocina de hierro, fustes y cualquier otra cosa que en ese marco de olor y color adquiere un brillo especial. En algunos de ellos se aprecian las roídas canaletas para conducir el agua de lluvia, convertidas en un elemento estético a juego con los tiestos añiles y con los remates de los quicios exteriores de las viviendas.

La Fiesta de los Patios

Córdoba muestra ese alma interior con recato, excepto durante unas semanas de mayo, cuando la primavera se encuentra en su máxima expresión, en que celebra su famoso Festival de Patios, una tradición que se remonta a 1921 y ha sido declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco desde 2012 y que abre al visitante muchos de los patios del casco viejo durante unos días. El Festival es un concurso en el que se valora la belleza de los populares patios de la ciudad, que llenan las calles de color, aroma a jazmín y azahar y ritmos flamencos. Los criterios esenciales del concurso son variedad floral, cuidado de macetas y arriates e iluminación natural. Es también una muestra de solidaridad vecinal y la elevación de lo humilde a una categoría estética. Durante estos días, los barrios más significativos del casco histórico muestran a los visitantes sus recónditos tesoros, en un momento en que la profusión floral los convierte en auténticos jardines domésticos.

Las casas populares de la ciudad destacan por sus patios de paredes blancas de las que cuelgan macetas de coloridas flores. Durante los días del Festival, la mayoría de los patios del casco viejo de la ciudad abren al público y, en muchas ocasiones, acogen espectáculos flamencos y la posibilidad de degustar las ricas tapas cordobesas acompañadas del vino Montilla-Moriles. En el Festival se decide qué patios son los más bonitos pero, más allá de éste, se pueden visitar los patios todos los fines de semana.

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