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El ingenuo seductor

Guía inútil para ligar por Instagram

Lo primero que debe dejar claro en esa red social llamada Instagram, siempre que el ligoteo sea contemplado como una posibilidad, es que usted ´está por la labor´

Guía inútil para ligar por Instagram

Olvídese de comerse un rosco -o un churro- si solo cuelga fotos de gatos, platos de comida, flores, atardeceres y arquitecturas efímeras. De hecho, ese es el mejor camino hacia la invisibilidad. Muéstrese. Abandone el armario del pudor y afronte que tener perfil en una red social es asumir un exhibicionismo.

Aclare su soltería para no alimentar malentendidos. Una buena manera de hacerlo es añadiendo al perfil una cuenta alternativa en Bender, Tinder, Kik, Badoo o Instamessage. El mensaje queda nítido: o bien está soltero/a o estamos ante alguien que no niega la posibilidad del flirteo. Ambos casos nos interesan.

Cuando una persona, especialmente un desconocido/a, le da al ´me gusta´ a muchas de sus fotos, está llamando su atención. Analice el patrón de comportamiento. Si en la mayoría de esas fotos aparece usted, podríamos deducir que el proceso de seducción digital ha comenzado. Si además esos ´me gusta´ descansan sobre fotos suyas con poca ropa, es muy probable que esa persona esté ligando con usted. Si por el contrario ese individuo/a valora sus fotos en blanco y negro de actrices de Hollywood de los años 50, olvídese. Le gusta el cine, no usted.

El siguiente paso le obliga a acudir al perfil de la otra persona en cuestión. Lo más probable es que se encuentre con una cuenta privada. Esas cuentas son el infierno, la contradicción máxima. Tener una red misántropa. Es como si se compra unas deportivas blancas y no se las pone por miedo a que se le ensucien. Le recomendaría que ignorase a esa persona como represalia a su confuso concepto de la privacidad.

Supongamos que confía y decide convertirse en follower del individuo/a anónimo/a. Si al entrar en su perfil le gusta lo que ve, enhorabuena, puede pasar a la siguiente fase. Si no es así, tiene dos opciones: el silencio sepulcral, modelo planta rodadora del desierto, o el evidente rechazo que, aunque sea en la era digital y no exista contacto físico, duele igual. Resulta muy humillante asistir al aumento del número de seguidores, en un dígito, para comprobar, minutos después, la pérdida de lo que se ganó. Recomiendo solo seguir a aquellos que hallan superado los mil seguidores y ya luzcan la inexacta K en su cifra. Esas personas no suelen saber el número exacto de seguidores que tienen y uno puede abandonarlos sin remordimientos ni quedar en evidencia.

Pensemos en la persona que le gusta. Busque inmediatamente esas fotos en ropa interior, selfies frente al espejo, la improvisada foto saliendo de la ducha, ese contrapicado en la playa, marcando paquete, forzando escote o resaltando culo. Empiece a pulsar el ´me gusta´. Sea selectivo/a, eso sí. No por mucho pulsar amanece acompañado/a. Simplemente, responda al interés de la otra persona dejándole meridianamente claro que le gusta verle/a con poca ropa. Puede que esa persona, acto seguido, le empiece a seguir, si es que no lo hacía antes. Deben ´seguirse´ mutuamente -el argot de la era digital- porque ese paso es obligatorio para adentrarse en la carpeta blanca. O sea, la función de mensaje privado que ofrece Instagram. Ahí, en ese intercambio de mensajes protegido por la intimidad es cuando se deben ustedes intercambiar los móviles y pasar de Instagram a Whatssap. Y de ahí, a la vida real.

Y ahora es cuando les confieso que aunque gran parte de mi vida sea digital, mi gestión de las emociones sigue siendo analógica. Aún no he logrado descifrar el código de la supuesta seducción en las redes sociales. Nada es directo, excepto en aquellas aplicaciones claramente sexuales. Sorprende encontrar desconocidos a los que les gustan determinadas fotos, escriben mensajes con iconos que lanzan besos con forma de corazón, guiñan el ojo y sacan la lengua, pero no tienen ningún interés en ligar. Es muy probable que en la primera cita, cuando intente buscar su boca, le suelten que se equivoca, que no buscaban eso, que solo querían conocerle en persona porque les parece alguien muy interesante cuando el código de la amistad, del acercamiento fraternal, es, desde mi punto de vista, otro muy distinto. Ahí es donde sospecho que el abismo generacional ahora es digital. Quizá haya una nueva generación que tiene muy asumido el código de la nueva seducción frente a una vieja promoción que todavía manejamos normas analógicas. En la vida real, si alguien te sonríe y te guiña un ojo, eso es una invitación al encuentro sexual. En la red social, es un trámite amistoso, una cortesía sin importancia. Está claro, no me estoy haciendo mayor. Soy mayor. Lo noto cuando me doy cuenta de lo claras que tengo algunas cosas y de la pereza que me provoca la ambigüedad de los demás. Sí, lo confieso, soy analógico emocional.

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