Siempre ha estado cerca, pero nunca como hasta ahora había cotizado tan alto. La sal que se acumula en las costas de Balears, ancestral moneda de cambio, se ha convertido en un producto exclusivo. Sus comerciantes han agudizado el ingenio y han logrado crear adeptos no sólo entre la gente de las islas.

A Robert Chaves, por ejemplo, la aversión hacia el vinagre –dice que mata el sabor– le llevó a aliarse con las bodegas Jaume Mesquida y Armeno i Adrover y mezclarla con vino para aderezar los platos que servía en Llum de Sal, un nuevo bar en Ses Salines ubicado en un antiguo almacén en el que se envasaba la Flor de Sal d´Es Trenc, la marca que él mismo impulsó en 2003 junto a Katja Wöhr.

El éxito le ha obligado a dar a la mezcolanza una dimensión comercial, y ahora ofrece entre sus sales sólidas una con callet, fogoneu y mantonegro, con la que sentir la madera y la uva del caldo original.

Ideal para carnes, foie, pato y ensaladas con frutos, y a la venta por siete euros cada 150 gramos, el invento ha sido degustado ya en países como Alemania, Inglaterra, Suecia o Estados Unidos. "El extranjero es más abierto, pero la gente de aquí tiene una buena educación gastronómica y también la consume", explica el empresario.

Sus creaciones incluyen asimismo un vino a base de callet y otro de chardonnay, con flor de sal y hierbas como la mejorana, el orégano, el tomillo o la albahaca, presentado en un vaporizador con el que rociar de imaginación todo tipo de platos. Por nueve euros, 16 veces más magnesio, un catalizador del sabor, que la sal de mesa.

"Lo raro no es que se me haya ocurrido a mí, sino que a nadie se le hubiera ocurrido antes", sostiene Chaves, que no cree que se trate de una moda pasajera. "La sal es algo básico, una necesidad humana, va en paralelo a la salud", por lo que, preve, "tendrá una trayectoria muy larga".

Lo confirma David Calzada, dedicado durante 21 años al mundo del cloruro sódico y de las salinas, y responsable intelectual de la primera sal líquida natural de Formentera, un concentrado "con todos los beneficios del mar" procedente del único lago salado de España, con tres veces más salinidad que el agua marina", y producido mediante un complejo sistema que pasa por su congelación a veinte grados bajo cero para esterilizarla.

La creación ya ha despertado el interés de países como Japón, y sus botellines de 250 mililitros, con un precio aproximado de 6,50 euros y dos meses de duración en la despensa de una familia de cuatro miembros, se han abierto un hueco en los lineales del Club del Gourmet de El Corte Inglés, donde aseguran que "la rotación de la sal de Balears en los últimos dos años es brutal".

"El cuerpo humano debe tomar entre 5 y 6 gramos diarios de sal", de los cuales, explica Calzada, la mayoría llegan desde el supermercado. "Productos como los enlatados, las salsas, los congelados, los productos de panadería, el agua mineral y los refrescos aportan entre 3 y 4 gramos de sal invisible".

Contentar a nuestro paladar salando los platos supone duplicar la cantidad recomendada y crea "un grave problema sanitario por la ingesta de sodio". La sal líquida en spray, en cambio, permite proteger la salud sin mermar el sabor. "Por mucha que te pongas, no usas más de 5 mililitros, equivalentes a un gramo de sal", abunda el empresario, que promete un "sabor idéntico al de la flor de sal", con un plus de "vitalidad y vigor" a cargo de los minerales ausentes en la sal común, así como del oxígeno aportado por las posidonias.

Además de su sal líquida, Salines de Formentera está a punto de lanzar una línea de cosméticos a base de sal de la menor de las Pitiüses. Aceites marinos, barros, concentrados de agua posidónica y una gama de carotenos marinos, antioxidantes y fuente de vitamina A, darán el salto al mercado y pondrán aún más en valor la sal de las islas al tiempo que los consumidores se benefician de una sesión de talasoterapia, fruto de un proceso natural de remineralización "único en el mundo" que se ha prolongado durante 26 años.