Como dos amantes que se descubren por primera vez, que se tocan lentamente y que se separan con cierta nostalgia, casi en un lamento. El sol y la luna se besaron ayer en la cara siendo testigo buena parte del país. En Mallorca, este "milagro" astrológico no rompió el ritmo cotidiano aunque fueron pocos los que se resistieron a mirar durante un instante hacia el cielo. Las nubes se encargaron de proteger esta vez la intimidad de la pareja.

Más de dos siglos hacia que en las Balears no se presenciaba un eclipse anular de sol de estas características y la expectación en los colegios alcanzó su máxima plenitud coincidiendo con la hora del recreo. Minutos antes de que la luna tapara el sol, cerca de las once de la mañana, los alumnos del colegio La Ribera de S´Arenal buscaron el mejor sitio en el patio para poder observar el fenómeno. El centro, que repartió decenas de gafas especiales entre los más doscientos escolares, se convirtió así en un improvisado observatorio con pequeños astrónomos.

"Es como si la luna se comiera poco a poco el sol. Si miramos sobre un charco de agua también podremos darnos cuenta de que cada vez se hace más oscuro, es divertido", explicó Martín Crespí. También demostró sus conocimientos Jaime Obrador que advirtió a sus compañeros que no se podía estar más de tres minutos con la vista fija, "podríamos quedarnos ciegos", dijo.

Si estos estudiantes de Playa de Palma tenían muy claro cómo mirar el eclipse, mucho menos preparados estaban los pocos turistas que paseaban por los balnearios 12 y 13 de S´Arenal. Muchos se vieron sorprendidos por la rapidez con la que se hacía de noche y alzaban sus ojos al cielo. "¿Pero es que hay un eclipse?", preguntaba sorprendido Timothy Dorough mientras animaba a sus hijos a que prestasen atención al acontecimiento. Otros mostraron su total indiferencia. "Estoy de vacaciones y tampoco me interesa en exceso este fenómeno. Yo lo que quiero es disfrutar de la playa", subrayó Emilia Jiménez.

La Seu, postales para el recuerdo

Desde las nueve y dispuesto a cazar la mejor instantánea se encontraba Carlos Kruch. Este joven aficionado a la fotografía preparó de manera artesanal su cámara y buscó el mejor sitio en el Moll Vell de Palma. Ansioso por conocer si finalmente, su filtro de soldador le proporcionaría la imagen perfecta, se desanimó con la aparición de una visita inesperada. Las nubes tiñeron de gris la bahía justo en el momento en el que los dos cuerpos se encontraban formado un fino anillo de luz solar. A partir de entonces, y hasta las 12:34 horas que todo volvió a la normalidad, el cielo encapotado no dio respiro.

Al pequeño Philippe, de cuatro años, no le queda más remedio que esperar hasta el 2028 para poder contemplar de nuevo un eclipse anular. Entonces, seguro que recordará el día en que su padre, bajo la mirada vigilante de La Seu, le hizo mirar al cielo.