Una mujer de 25 años vivió en sus carnes anteanoche una película de terror. Era la una de la madrugada y estaba viendo la televisión en el salón de su casa, en el número 24 de la calle Gabriel Maura de Palma, frente al Pont del Tren. Había sido un día complicado por la fuerte discusión mantenida con su compañero de piso, un hombre de 45 años al que acogió poco después de conocerlo a mediados de octubre. Ella había zanjado la pelea echándole de casa tras pedirle que le devolviera las llaves, por lo que esa noche estaba sola en casa con sus dos perros. O eso creía. La mujer escuchó un inquietante ruido en su dormitorio y fue a ver qué pasaba. Al abrir la puerta del armario descubrió al hombre, escondido y con un gran cuchillo de sierra en las manos. Tenía otra copia de las llaves y estaba esperándola.

Aterrorizada, apenas pudo reaccionar cuando se abalanzó sobre ella esgrimiendo el arma y anunciándole su deseo de mantener relaciones sexuales. La víctima intentó zafarse, pero no logró escapar y el agresor le rasgó los pantalones e intentó forzarla. Sus gritos desesperados pidiendo auxilio y los ladridos de sus perros alarmaron a los vecinos, que avisaron a la Policía Local.

Una dotación de la Unitat d´Invervenció Immediata (UII) llegó en pocos minutos al edificio. Los agentes llamaron a la puerta del piso, pero pese al gran alboroto que se oía en el interior, nadie abrió. "Quieta, tranquila", le escucharon decir a un hombre al otro lado de la puerta. Parecía evidente que la mujer estaba en peligro, por lo que los policías decidieron entrar por la fuerza tras comprobar que no había ninguna ventana por la que acceder. Uno de ellos bajó al coche patrulla en busca de una maza y en ese momento se topó con una patrulla de la Policía Nacional, que se sumó al operativo.

Los cuatro agentes se apostaron de nuevo en la puerta del domicilio, en la primera planta de la finca, y anunciaron que si no abrían enseguida la echarían abajo. "¡Tírenla o me mata!", gritó entonces la mujer. Uno de los policías abrió entonces la puerta a patadas. La escena que encontraron era terrorífica.

La mujer yacía ensangrentada en el pasillo, el hombre la sujetaba de la cabeza y le había puesto el cuchillo en el cuello. Un perro grande y agresivo se interponía entre los agentes y el lugar en el que se encontraban la víctima y el agresor. Era una situación de alto riesgo, por lo que desenfundaron sus pistolas y pidieron al hombre que tirara el cuchillo, mientras la víctima extendía el brazo en busca de ayuda. El can siguió ladrando y obstaculizando el camino hasta que recibió un golpe de porra y se marchó. Cuando los agentes se acercaron, el hombre les amenazó con el cuchillo e hizo ademán de degollar a la mujer. La situación era crítica.

Con un rápido movimiento, uno de los policías le propinó un patada en el hombro y varios porrazos hasta lograr tirarlo al suelo y desarmarlo. Mientras dos agentes se abalanzaban sobre él, los otros dos sacaban a la víctima de la escena. "Me habéis salvado la vida. Gracias por tirar la puerta, si no me habría matado", les dijo. La mujer tenía la cara ensangrentada e hinchada por los golpes, un corte importante en el cuello y varios más en las manos, pero su vida no corría peligro. Fue trasladada en ambulancia a un hospital, donde quedó ingresada. Su agresor, Ricardo Marcelo F.T., nacido en Uruguay y con nacionalidad española, quedó detenido por intento de homicidio y agresión sexual. Ayer permanecía en comisaría, a la espera de ser interrogado.