Quién no querría disfrutar de Mallorca un sábado como el de ayer, que el invierno tomó prestado de la primavera. La reina no sólo se enseñoreó de Marivent, una semana después del usurpador Urdangarin. Salió además a la calle, donde hoy se decide el futuro del país. O sólo desea distanciarse de Madrid, otra medida higiénica. Como sea, rompió el maleficio. No es un asunto personal, y su presencia en la isla es el discurso de la reina. Sonriente, sin tartamudeos ni "comparezco". En la isla demostró que está hecha de la materia de Isabel II de Inglaterra, aunque esto deje al titular de mero consorte. Tampoco le molestará. A ella.