Que a don Juan Carlos le gustan los toros es un hecho evidente. Cada vez que sus compromisos oficiales se lo han permitido, el Rey ha acudido a la emblemática plaza madrileña de Las Ventas para disfrutar de la lidia. También durante sus vacaciones de verano, el Coliseo Balear ha contado con su presencia. La última, en 2005, con un cartel en el que sobresalían figuras como Jesulín de Ubrique y Finito de Córdoba.

Pero sin duda, de todos los miembros de la Familia Real es la infanta Elena las más aficionada a la Fiesta Nacional. Tanto, que incluso su hijo, Froilán, siendo aún muy niño, ocupó un asiento durante un festejo taurino en las fallas en Valencia, aunque eso le supuso a la Duquesa de Lugo muchas críticas por parte de los antitaurinos. También Jaime de Marichalar ha inculcado a sus pequeños su amor por la tauromaquia y se los ha llevado en más de una ocasión a diferentes cosos.

Es verdad que a la Reina, reconocida vegetariana, los toros no le gustan, pero eso no ha impedido que desde Casa Real se hayan hecho esfuerzos por apoyar estos festejos. Felipe y Letizia, once días antes de su boda, en mayo de 2004, presidieron el quinto festejo en la Feria de San Isidro con José Pacheco, El califa; Eugenio de Mora y Antón Cortés, como matadores. La última aparición de los Príncipes de Asturias en una plaza de toros fue en 2008 durante la Corrida de la Prensa. En esa ocasión toreaban Miguel Abellán, Julián López, El Juli, y Miguel Ángel Pereira. Desde entonces, ni el Príncipe ni la Princesa han vuelto a ver torear en directo, aunque sí han visitado muchos museos relacionados con la tauromaquia a lo largo de la geografía española.

Con su presencia, ayer por la noche, la infanta Elena hizo un guiño a los aficionados. Igual que con su elección de lucir un traje goyesco, firmado por Lorenzo Caprile, durante la boda de Victoria de Suecia con Daniel Westling.