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Con ciencia

Cometa

Nueve meses después de que alcanzase la superficie del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko (67P) la sonda espacial Rosetta o, mejor dicho, su módulo de aterrizaje la plataforma científica Philae, ha enviado datos suficientes como para que los especialistas determinen la composición fisicoquímica de la zona del cometa en la que se posó: Agilkia (el nombre corresponde a una isla del Nilo con un complejo importante de templos cercana a la otra isla, Philae, que bautizó a la plataforma).

El cometa 67P se encuentra en estos momentos a más de 500 millones de kilómetros desde la Tierra. La hazaña de hacer llegar la sonda Rosetta hasta un diminuto punto situado a semejante distancia en el espacio forma parte de lo que cabe considerar como todo un orgullo para la ciencia actual. Pero lograr que la plataforma Philae aterrizase sin daños, se asentara y comenzase a enviar datos agota los adjetivos encomiásticos. Los resultados de los análisis físicos y químicos que se han hecho en distintos laboratorios terrestres, por supuesto a partir de los rastreos de Philae obtenidos en las primeras 63 horas de actividad de la plataforma ocupan todo un suplemento especial que la revista Science acaba de hacer público.

Los primeros estudios de las imágenes recibidas, las propiedades térmicas y mecánicas y el magnetismo de la superficie del cometa cercana a Agilkia ponen de manifiesto que está formada por materiales granulares libres de polvo. Pero en las capas próximas a la superficie aparece un conglomerado de polvo y hielo cuyas propiedades dieléctricas se acercan a las de meteoritos ricos en carbono. A su vez, los granos que se levantaron con motivo del aterrizaje de Philae en Agilkia (¿cómo se dirá la acción de posarse en un cometa? ¿Acometizaje? ¡Que espanto!) contienen precursores de las moléculas orgánicas que nunca habían sido detectados en los cometas.

Sesenta y tres horas de recogida de datos dan para años de trabajo y también para que se abran numerosas vías a la especulación. Los científicos huyen de las propuestas que no estén asentadas en datos empíricos, haciendo énfasis en que tal vez las características de 67P no sean extrapolables a los demás cometas. Pero caben pocas dudas acerca de que entre los objetivos más populares de la misión Rosetta se encontraba el de identificar posibles moléculas orgánicas que abriesen una puerta a la hipótesis de la panspermia, la teoría enunciada por Svante Arrhenius que sitúa el origen de la vida en nuestro planeta a partir de la llegada de materiales orgánicos depositados por uno o varios meteoritos. El astrónomo británico Fred Hoyle popularizó la idea y sin duda se abría emocionado al leer los resultados de la recogida de datos de Philae. Por desgracia murió con el nacimiento del siglo. Pero si Arrehenius y Hoyle tenían razón, la pregunta sigue en pie: ¿cómo aparecieron esos materiales orgánicos en los meteoritos y los cometas?

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