"Mi mujer ha influido mucho en mi obra y en mi vida". Antonio López habla con gran admiración de su esposa, María Moreno. Sus vidas se encontraron en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Fue en 1949, año en el que también conoció al que se convertiría en uno de sus mejores amigos, el escultor asturiano Félix Alonso Arribas. López no habla de más artistas ni se enfrasca en diatribas sobre el realismo mágico de su obra. No quiere pontificar sobre el arte ni sobre los artistas. Bastante tiene con lo suyo, con lo que hace y con las vueltas que le da a cómo lo hace.

La luz que le guía

María Moreno ha sido la luz que ha guiado la vida y la obra de Antonio López. "Es muy buena pintora. A mí me pace mejor que yo", afirma el pintor y escultor, aunque luego precisa. "Es mejor no comparar, pero Mari es una persona muy limpia, muy noble y la admiro mucho", insiste con convicción.

López, que escucha sobre su obra muchas voces de grandes críticos, siente un enorme respeto por las opiniones de su esposa. "Admiro a mucha gente, pero no tienen por que ser artistas", añade con humildad, porque la principal virtud que busca en las personas es el tratar de hacer las cosas bien.

"Es que Mari es muy buena persona. Ella está un nivel superior al mío", prosigue embelesado. La pareja tiene dos hijas. "Son personas estupendas", celebra el pintor sin ocultar su preocupación por la salud de su Mari. "Yo no conduzco y mi mujer fue muy generosa. Cuando se habló de conducir y de comprarnos un coche ella se ofreció a aprender. Ella ha estado conduciendo hasta que lo ha tenido que dejar", agradece emocionado.

Una agresividad embridada

María Moreno ha sabido también domar el carácter de Antonio López. "No soy nervioso, ni tranquilo", explica, pero "puedo llegar a ser muy violento", reconoce. López intenta no dejarse arrastrar por la agresividad. "Podría llegar a hacer alguna tontería. No me gusta la violencia, pero me noto agresividad dentro. Menos mal que hay sentido común y prudencia".

La "hartura extrema" de una situación o de unas personas le han sacado de quicio más de una vez. "Me he peleado con gente y siempre me han arreado porque tengo mucho coraje pero soy muy pequeño de tamaño y cuando te metes con una persona más fuerte casi siempre te machaca", medita en voz alta.

Ya era mayorcito la última vez que se vio envuelto en una trifulca. Volvía a casa de pintar y vio a un hombre tirando de los pelos de una mujer delante de varias personas. "Me metí en medio. Fue muy instintivo", relata con total parsimonia. Sucedió hace ocho años. "Mari es más realista y logra calmarme", reitera agradecido, una vez más, a su mujer.

Los sueños de Antonio López son "inquietantes y desazonadores". Sin embargo, durante la vigilia, el artista manchego nota que cada vez tiene más "desparpajo" para tratar con la gente. "Estoy a gusto conmigo mismo y con los demás", celebra.

El valor de la amistad

Al llegar a Madrid en 1949 conoció a Félix Alonso Arribas, "al cual quiero mucho", y tres años después se muda a la pensión en la que vivía aquél, sita en la calle Independencia. "Igual que conocí a Félix, que es un santo, conocí a gente muy atravesada y falsa en esa pensión", revela antes de dar por concluida una jornada de trabajo que comenzó a las ocho y media de la mañana.

Son casi las nueve de la noche y Antonio López vuelve a refugiarse en la lectura. Relee a Benito Pérez Galdós, "un canario que apenas escribió de Canarias", apunta con el volumen en la mano de Fortunata y Jacinta con el que comenzó esta charla, mostrando su preocupación porque los jóvenes de hoy no leen este tipo de buena literatura que el artista admira con pasión.