Pep Rosselló coleccionaba ejemplos de maneras erróneas en que le rebautizaban los forasters. Llegaban a sus manos faxes y cartas a nombre de José Prosello, Perro Sello, José P. Rosillo, Josefa Roses, P. Roselo, y en ese plan. Amaba la lengua catalana sin concesiones, salvo el sentido del humor, y se agarraba a las palabras sin desdeñar ningún soporte. De su enfermedad nacieron blog y libro, apuntalados desde facebook y twitter. Sólo hace cuatro días relató una jornada hospitalaria y acabó con un "sóc més feliç". Al poco felicitó a los Bartomeu del mundo. Luego describió sabores. Ayer, el muro de palabras bajo su nombre correctamente escrito no podía contener las lágrimas por su pérdida.