Christian Boltanski (París 1944) ha venido a investigar Palma: calles, bares, fotos antiguas, archivos. Es su segunda visita y ya tiene claro que el proyecto que presentará el próximo mes de julio en Es Baluard girará en torno a la urbe que ayer pisaba con frenesí cerca de la galería Kewenig. Representante de Francia en la próxima Bienal de Venecia, acaba de abandonar sus clases en la Escuela parisina de Bellas Artes. "Estoy demasiado viejo. Además, no hay manera de explicar el arte", asegura. Pero no para de teorizar sobre él. He aquí la prueba.

–¿Hasta dónde ha de innovar un artista?

–Creo que nada cambia, que no existe el progreso en el arte. Los artistas de ahora no son mejores que los de hace cincuenta años.

–¿No existe la vanguardia?

–No. Los artistas creo que siempre decimos la misma cosa y que usamos un lenguaje adaptado al tiempo y a aquello que queremos expresar. Un artista no debe tener más de una idea en su vida; un buen artista, para mí, repite siempre las mismas cosas de manera diferente.

–Su arte es fácil de entender, pero ¿cree que el público que va al museo está desinformado?

–Ése no es el problema. Hace unos años expuse en una iglesia de Santiago de Compostela. A la inauguración se acercó una mujer y me preguntó qué estaba pasando ahí dentro con tanta gente. Le dije que estábamos celebrando una fiesta sobre sobre otra cosa absolutamente diferente a la exposición. Aquella señora conectó enseguida con mi trabajo. Si le hubiera dicho que yo era un artista conceptual es muy posible que se hubiera puesto nerviosa y hubiera intentado ver más allá. El museo es como una tribuna en la que el público profesional parece que viene a evaluarte. A mí me interesa que el público llegue a un espacio, vea una obra y se sienta tocado por dentro sin saber exactamente quién la firma. Me gustaría trabajar para el gran público y poder suscitarle emociones. Pienso que mi trabajo lo puede permitir, y que lo que lo impide es precisamente el hecho de que se encuentre en un museo.

–Huye de la solemnidad del museo. ¿Le gustaría rehacer sus obras?

–Sí. Muchos trabajos míos los destruyo después de una exposición. Es un poco como una partitura musical, inmaterial, que alguien deberá interpretar de nuevo. Hoy no se interpreta a Bach como se interpretaba hace 200 años, sino que se reinventa cómo tocar a Bach. Mi trabajo se puede destruir tras la exposición, pero igualmente se puede volver a reconstruir, cualquiera puede volver a montarlo. Lo importante es la transmisión de la idea, no el objeto.

–¿Idolatramos la autoría de una obra?

–Sí. Cuando los japoneses compran un cuadro de Van Gogh, no es por el cuadro sino porque es la reliquia de un Santo Van Gogh. Es decir, la obra de arte se vuelve un objeto de culto: eso fue tocado por el Santo Van Gogh, porque uno podría rehacer exactamente un cuadro de Van Gogh y sería exactamente igual pero hay una obligación de tener la verdadera reliquia de San Van Gogh y es por eso que vale muy caro y los japoneses lo compran.

­–¡Está hablando en términos religiosos!

– Claro. El sistema del arte de Occidente es un sistema de reliquias. En la Edad Media, cuando una ciudad quería volverse rica, tenía necesidad de tener una reliquia y construir una catedral y había peregrinajes, con eso la ciudad tenía muchos visitantes y las ciudades se volvían ricas. Y todas las ciudades se fundaron alrededor de una catedral y de una reliquia. Es lo que sucede en Bilbao, pasa lo mismo. Bilbao es una ciudad fea, que no tiene nada, ahora construyeron una gran catedral [el Guggenheim] y pusieron reliquias y va mucha gente de peregrinación y se va a volver una ciudad muy rica. Entonces el arte está muy relacionado con la tradición cristiana de la reliquia y de la catedral. Uno viene a adorar, como antes se iba a adorar el cráneo de Santo Domingo.

–¿Está cambiando la relación entre el arte y el poder?

–No lo creo. Es una relación necesaria. Sin los Medici no habría botticellis. Los artistas están contra el poder pero necesitan el poder. Lo que pasa es que los poderosos deberían aceptar que el artista está en contra de ellos. Si los reyes en Italia no hubieran dado mucho dinero al arte, Italia sería ahora pobre.

–¿Cuál es el estatus del artista hoy en día?

–Un artista es alguien que plantea preguntas y que trata de entender la vida. Es como un filósofo, sólo que éste explica la vida con palabras.

–Tiene una historia familiar marcada por el Holocausto nazi y la deportación, ¿pensaba que iba a vivir de cerca otra expulsión, me refiero a la de los gitanos en Francia?

–Sarkozy es un tipo ridículo y peligroso. Cree que con eso mejorará la economía del país. Y lo único que ha conseguido es hacer felices a los votantes de Le Pen. Sarko es un tío raro, cambia de opinión constantemente, está ido. Al menos Mitterrand era un hombre sensible a la cultura. Sarko sólo es sensible a los Rolex. Qué triste. Al menos, deben pensar algunos, los franceses tienen a la primera dama más bella del mundo. Como si sirviera de algo.