Todo indica que las desavenencias sobre el modo en que se debe controlar el acceso a los espacios naturalesy sensibles se acrecientan más de lo esperado y deseado. El catálogo de usos y modos que están comenzando a aplicar los responsables va desde el estudio previo y la regulación a la improvisación del bloqueo con cadenas y sin aviso previo. De no cambiar los comportamientos actuales, veremos muchas cosas raras este verano. El siguiente paso será invadir a las bravas los cotos vedados a bañistas y excursionistas foráneos.
El director del reducido Parc Natural de Llevant instala cadenas anticoches de alquiler cuando ve que se aproximan en exceso. No hay aviso previo ni información sobre la capacidad de los aparcamientos o el orden de preferencias ni las alternativas de acceso. Antes que una medida disuasoria se trata de una provocación de ida y vuelta para el descontento general y la contaminación sin contrapartida práctica. El Parc de Llevant sigue siendo el espacio de la discordia con unas discrepancias que el PP sabe alimentar muy bien.
A partir de ahí deberemos seguir preguntándonos si el problema está solo en el efecto llamada y la demanda de ocio en una península que siempre ha querido ser discreta, con sello eremítico, o también en las deficiencias de la gestión pública del parque natural. Seguramente en las dos cosas. De momento, el director ha errado en los modos usados tanto al colocar las cadenas como al rebatir las discrepancias de quienes han cuestionado la medida.
