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Los años 50: La mecanización del campo local

A mediados del siglo pasado existían aún pocos arados con ruedas. Los payeses se los prestaban

A la derecha la casa de Joan Miralles Gomila. b. gomila

En la década de los 50 comenzó una moderada mecanización del campo mallorquín. La Guerra Civil, la depresión económica y social del Estado español junto al pensamiento tradicional de los agricultores de los años siguientes, habían obstaculizado el progreso que experimentaba la zona occidental europea.

La trilladoras fabricadas en la isla, tales como la OSCA de los hermanos Munar (Sencelles, 1946), DO-GA de Domingo Ferrari y Gabriel Fontirroig (Lloret, 1952), representaron una revolución industrial y un cambio en la forma de separar el grano de la paja. Duraron hasta la década de los 70 cuando fueron sustituidas por las nuevas máquinas recolectoras de siega y trilla.

En Montuïri, como en las otras localidades de Mallorca, antes de mediados de los 40 las herramientas del campo era de tracción animal y humana. Los primeros tractores matriculados oficialmente datan de 1946. No obstante, a finales de los 40 en s´Hostal de Montuïri ya había una trilladora que funcionaba con la fuerza de un tractor con cadenas que era conocido como es Cletrak de Can Ferrando, toda una innovación en contraste al hecho de que en la trilla aún se usaba la fuerza animal.

A mediados del siglo pasado el mejor arado era el de ruedas que, si bien existía desde principios de siglo, pocos montuïrers tenían. Por este motivo, a veces se lo prestaban unos a otros. Era conducido por "dues bísties perquè la feina era feixugueta". Otro peculiar arado era el de ´pasar el sembrado´ que retiraba la hierba entre surcos. Cuando el sembrado era alto, llevaban a cabo esta labor las mujeres que "feien cugula".

Los desterrossadors eran una herramienta clásica que efectuaban el ´acabado´ tanto en la labranza como en el sembrado. A veces llevaban una piedra encima para recibir más peso. Los cilindros aplanaban y compactaban la tierra después de ser labrada a fin de que el sol no la secara en demasía. Servían básicamente para las plantas de estío (melones, tomateras, sandías, cebollas...).

El ferrer Doia de Montuïri fabricaba algunas de las sembradoras que había en el foravila montuïrer, junto a las de els Frarins de Porreres. Fundamentalmente se clasificaban en tres clases, de 25 centímetros, de 30 y para legumbres.

Máquina de segar

"Quitaban mucho dolor de espalda". Comentan que normalmente una persona llevaba el animal y otra segaba. Ahora bien, gente como Biel Llofriu realizaban las dos labores al mismo tiempo. Se sentaba sobre la silla, con las piernas dirigía al animal y le hacía esquivar los árboles con la voz. Era un experto en la colocación de las gavillas. En un trozo cuadrado todas quedaban en fila, tanto en un sentido como en otro.

Los vehículos de transporte agrario y de personal disponían de unos potentes motores que no consumían gasolina, ni contaminaban el ambiente. Eran los carros. Los había de diferentes clases. Los más usuales eran el carro llarg y los denominados de carga (de menor longitud). En este último, el animal -normalmente uno solo- podía llegar a arrastrar hasta una tonelada de peso (sacos, grava, piedras, productos agrícolas...). Disponía de frenos y una o dos portezuelas, un fija en la parte delantera y otra, a modo de esclusa, atrás. Las bastimentes iban de lado a lado y servían para sostener las gavillas o los haces de leña. Podían ser mitges (de la mitad del carro hacia adelante y sin salir del carro) o amples que ocupaban todo el carro y sobresalían unos 50 centímetros por los costados.

El carro llarg disponía de un andamio que ´volaba´ para proteger el cuerpo del animal. Unas alas se ubicaban sobre las ruedas a fin de evitar que el material transportado pudiera engancharse a ellas. Muchos llevaban en la parte delantera un gancho para ayuda de otro animal en el caso de que fuera necesario. Su longitud era de un metro o metro y medio mayor que la de los carros normales. Las galeras o carruajes servían para el traslado de personas cuyos propietarios eran, mayoritariamente, de medio o alto nivel adquisitivo.

Conservación

La conservación de las herramientas era un trabajo que se llevaba a cabo en las horas libres o aprovechando las épocas de escaso trabajo agrícola o la presencia de factores climatológicos adversos, tales como mucho sol o calor y lluvia. Las palas de los arados se limpiaban y se untaban de aceite para que no se oxidaran; las ruedas de carro, con grasa y las guarniciones, con grasa de cerdo dado que el cuero "si no se engrasa se reseca y se rompe".

Los animales de tiro convivían con el payés como si fueran de la familia. Una clasificación situaría a la mula eguina como la más valiosa por su elegancia, eficiencia y rapidez en los quehaceres, de ahí que su precio resultara elevado. Las que tiraban de galeras se denominaban mules de gràcia. En segundo lugar, se situaría el mul somerí por su potencia y capacidad de sufrimiento. Destacaba por su forma de actuar en terrenos blandos en contraposición de su cometido menos eficiente al frente de un carro. El mul eguí sería el tercero más valorado. En cuarto lugar, aparecería la mula somerina que "era buena para todo".

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