Dice la tradición que Sant Antoni Abat era un gran amante de los animales y por eso ayer fueron ellos a recibir su bendición en las celebración más tradicional de Muro: las Beneïdes. Uno por uno pasaron por delante de la iglesia para ser mojados en el agua bendita que repartió el diácono, Joan Gamundí, en sustitución del párroco Pere Fiol, que estuvo enfermo. Y, más que una salpicadura, recibieron un chorro. Se impregnaron bien de agua hasta el punto de cerrar los ojos de susto mientras eran bendecidos.

Por delante del diácono Gamundí pasaron más de un millar de animales y otro millar de personas desde que a las 15.30 arrancara el desfile. Hubo periquitos, perros, un águila, pero sobre todo caballos y ovejas. Los equinos se exhibieron ante la tribuna de autoridades regalando algún salto al respetable, mientras que los ovinos corretearon rápidamente por orden de sus pastores. También fueron el centro de todas las miradas las ocas del payés felanitxer Miquel Adrover que, junto a sus dos perros pastor, acompañó a las aves.

Los machos cabríos desataron las risas de los asistentes, cuando el locutor de la celebración, Paco Vera, bromeó sobre la gran potencia sexual de esta especie. Al conseller de Educación, Rafel Bosch, se le saltó la lágrima de tanta carcajada. Se lo pudo permitir, ya que nadie del público abucheó, empujó o intentó agredir a los políticos como ocurriera durante la revetlla de sa Pobla. Mientras tanto, el irreverente speaker intentó ligar –sin éxito– con alguna joven amazona.

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