­No hay vecino de primera o segunda línea del Molinar que no haya recibido ofertas de compra de su casa. Algunas irresistibles. El barrio de artesanos y pescadores vive un momento de pujanza constructiva que, sin embargo, a falta de una normativa de estilo, crece sin orden ni concierto. Casas tipo cubo, de grandes ventanales, o arquitecturas de un supuesto racionalismo se van apoderando de la primera línea, la que da al mar, en un barrio en el que conviven un luchador asociacionismo vecinal que ya ha parado movimientos especulativos, ahí están los ejemplos de la histórica Vogar i Ciar, con Lini Pons, al frente años atrás, y la más reciente plataforma Al Molinar, Port Petit, que ha logrado frenar la ampliación del Club Marítim del Molinar. Miquel Carbonell, un "molinero molinero", es socio, pero disidente de la ampliación. "Soy independiente", indica. También están los residentes que han acabado vendiendo a inversionistas extranjeros, muchos de la rica Europa del norte, y suizos.

"No se trata de que el barrio sea un museo, pero creemos que el Ayuntamiento debería aprobar una moratoria. Les hemos pedido que no den licencia antes de que se apruebe esta normativa", expresó el integrante de Salvem el Molinar, Miguel Reyero.

Desde ARCA, presente en la comisión de centro histórico de Palma, Àngels Fermoselle piensa de igual manera: "Nos preocupa la posible compra especulativa con fines de alquiler turístico. Por ello, somos partidarios de que se establezca una moratoria".

Joan Riera, arquitecto y gerente de Urbanismo, ya reconoció a este diario que "la actual normativa es insuficiente" y que "no basta con catalogar algunos inmuebles, sino que tiene que haber una moratoria", sin embargo es visible como en el Molinar las nuevas construcciones crecen aprovechándose de una indefinición legal y estilística.

Hay, sin embargo, buenos ejemplos de inversiones extranjeras que han servido para revalorizar la zona, pero los vecinos temen que "el Molinar acabe perdiendo su identidad, que se produzca la marcha de los vecinos de siempre, que ya no pueden pagar alquileres tan elevados, y/o sus nietos o hijos acaben cediendo a la tentadora oferta de millones de euros y acaben vendiendo la casa de sus abuelos", señala Toni Ballester.

Los molineros de siempre, los patatons -aquellos que solo veraneaban en el barrio-, los nuevos residentes, no quieren un "barrio museo". Solo piden a la Administración que adopte medidas que frenen "el descontrol" de estilo constructivo y que adopten medidas que eviten "la especulación con fines de alquiler turístico", como señala Fermoselle, de Arca.

La historia del Molinar es de lucha. Son objeto de deseo y vigilan. "Lo de s´Eixerit clama al cielo". Por ahora, se ha frenado.