Johanna Landström es el "diseño y el arte " y su marido Mikel, "los números y las leyes", de la "minicadena" que han montado a partir de 1996 cuando abrieron el hotel Portixol, al que siguió el Espléndido del port de Sóller en 2006; otro en El Tirol cinco años atrás, y recientemente el club del Tenis Mallorca, con una concesión para su explotación de 50 años. Con el pequeño hotel de líneas claras que sirve de escenario para la batalla contra la ampliación del puerto del Molinar, los Landström estrenaron en Palma un nuevo concepto de hotel. El Portixol fue pionero y marcó tendencia. Llegó la marca Suecia, que no representa solo Ikea. Hoy ella asiste a la avalancha nórdica en Mallorca. "Pronto media Suecia vivirá aquí". Aporta un dato nada despreciable, "en el colegio sueco en Palma se han matriculado doscientos niños y otros doscientos, están en lista de espera".

Con una risa contagiosa, esta mujer nacida en Estocolmo el mismo año que en París se hacían volar los adoquines precisamente contra un modelo socioeconómico capitalista, comenta: "Trabajamos igual, y así lo avala nuestra experiencia, si los gobiernos son de izquierdas o de derechas. Lo que nos importa es cumplir las leyes y adaptarnos a los cambios". Reconoce, eso sí, previa confesión que "la política no me quita el sueño", que con la entrada de Podemos "tuvimos un poco de miedo, porque estábamos a media obra en el club de Tenis y temíamos que quisieran hacer cambios, pero nos continuaron manteniendo los permisos".

-Lo sé, ¿usted también se enamoró de Mallorca?

-Sí, sí, de su luz, de su atmósfera, que espero que no cambie nunca.

-Antes venían las suecas a ligar, luego las familias vinieron a tomar el sol y ahora vienen para quedarse. ¿Mallorca será sueca?

-Para bien, ¡Mallorca nunca será nórdica, será mediterránea! Ahora hay un cambio entre mis compatriotas. En los años 90 querían hacerse ricos y pensaban que era fácil; hoy viene gente que ya tiene dinero y que quieren invertir aquí en tiendas, abriendo restaurantes. Creo que lo hacen muy bien, con mucha calidad.

-¿Por qué vinieron usted y su marido Mikel?

-En 1990 llegamos para trabajar en la cadena Sunwing en Calabona. Enseguida me gustó la isla. En 1996 nació nuestra hija Saga y decidimos dejar la cadena y abrir un pequeño restaurante en Palma. Encontramos un hotel pequeño con un restaurante grande, el del Molinar. Pensamos en hacer una obra menor cuando se cayó una habitación de la cuarta planta. Afortunadamente no hubo víctimas. El hotel tenía aluminosis. Tuvimos que cambiar el proyecto de arriba a abajo. Mi padre nos ayudó. Así nació el hotel Portixol, en un momento en que no había nada así en Palma. En 1999 lo abrimos con mi hijo Simon recién nacido y aún con obras, pero el personal tenía que empezar a trabajar.

-En aquellos años, los mallorquines no daban un duro por la zona.

-En aquel momento no era bonita pero nos encantó el edificio, de líneas art-decó y para nosotros, el lugar hoy por hoy es el mejor de Palma.

-¿Mejor sin ampliación del puerto? ¿Por qué se han unido a la lucha de Al Molinar, port petit? ¿Es el cromosoma medioambiental de los suecos?

-Lo cierto es que desde la escuela, desde pequeños, se nos educa en los valores de sostenibilidad y cuidar el entorno. En cuanto al Molinar está claro que su dimensión natural es la de un puerto pequeño, mejorado, pero de esa escala. Ya existen Puerto Portals o Port Adriano para quien guste de ellos...

-De la misma manera que tuvieron ojo para ver las posibilidades del Molinar, ahora lo repiten al haber optado por la concesión del club de Tenis Mallorca.

-Lo hicimos porque el lugar es fantástico. Diez mil metros cuadrados con un parque en el centro te da unas posibilidades enormes. Creemos que será bueno para la ciudad y que va a ser un buen negocio. El proyecto arquitectónico ha sido muy duro porque es un edificio protegido pero Mikel tiene mucho empuje y quería, no solo respetar las virtudes del edificio de Francesc Mitjans, sino que cumpliera unas serie de características que lo convirtieran en un edificio sostenible. Ha sido el proyecto más difícil de todos pero para mi marido, también el más divertido."Es natural que el turista pague un poco ya que recibe mucho. Creo que el impuesto turístico es positivo"

-Palma vive una fiebre de reforma y apertura de nuevos hoteles solo aptos para clientes de alto poder adquisitivo. ¿Hay sitio para todos?

-Todavía hay sitio para más hoteles siempre y cuando sean pequeños y de calidad. Imagino que si le preguntas a un hotelero mallorquín, diría lo contrario. Lo que sí hace falta son más vuelos porque es muy difícil entrar o salir de aquí fuera de la temporada alta. Solo un par de vuelos a la semana es poco, y todos tienen que parar en Berlín. Mikel ya se ha reunido con el Govern porque hay demanda de viajeros nórdicos que quieren venir a Mallorca.

-¿Hay diferencias entre el hotelero mallorquín y ustedes?

-(Uf, déjame pensar) Imagino que el ser de isla te convierte en alguien más receloso, desconfiado, es normal; yo lo único que veo es que se quejan siempre, incluso con una temporada tan buena como la actual. Nosotros preferimos ocuparnos y no preocuparnos.

-¿Teme a la competencia del turismo vacacional?

-¡Para nada! Toda competencia es buena."El hotelero mallorquín se queja mucho. Nosotros preferimos ocuparnos y no preocuparnos tanto"

-Ecotasa, ¿sí o no?

-Rotundamente sí, creo que es lógico que el turista pague algo porque recibe mucho.

-¿Qué opina de su vecino, el Palacio de Congresos?

-De cerca, no me gusta pero desde el mar se ve bien. Pero creo que se podría haber aprovechado el edificio de Gesa para hacer un hotel, sin necesidad de levantar otro. Creo que es un edificio muy bonito, con muchas posibilidades. Yo veo ahí un hotel muy moderno, con un centro cultural, de compras, y de exposiciones dentro.

-¿Revierte la inversión extranjera en el bolsillo del mallorquín? De entrada, vivir aquí es más caro.

-Nosotros contratamos a mucho personal local pero es cierto que algunos inversores extranjeros prefieren trabajar con su equipo. También son los mallorquines los que están poniendo estos precios."Aún hay espacio para más hoteles en Palma siempre y cuando sean pequeños y de calidad"

-¿Habla nuestra lengua?

-Solo castellano, no mallorquín, aunque lo entiendo si lo veo escrito porque estudié francés.

-Usted es cocinera, ¿hace fusión con la mallorquina?

-(Risas), no mucho, solo sé cocinar el tumbet. Me gusta abrir la nevera e improvisar. Me gusta la comida tailandesa.

-¿Volvería a Suecia?

-No. Me encanta vivir en el Molinar, aunque echo en falta más vida cultural y música en los bares. Para mí el ruido que tanto critican es vida.

-¡No sé qué le dirían en Suecia!