Durante la segunda mitad del siglo XX, y todavía hoy en día muy de tarde en tarde, ha sido habitual la presencia de buques de la Sexta Flota USA, teniendo especial impacto los grandes portaaviones, como los ya desaparecidos Saratoga o Nimitz. Ahora bien, durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, fue la escuadra inglesa la que fondeó en numerosas ocasiones frente a la Catedral.

Ya en 1808, tras la firma del armisticio con Inglaterra, Lord Collingwood, digno sucesor del almirante Nelson, a bordo de su navío Royal Sovereing, buque insignia de la fuerza naval inglesa en el Mediterráneo, bloqueó el puerto de Tolón y merodeó cerca de las costas de Sicilia, Malta, Cádiz y, muy especialmente, la mar balear. Miquel del Sants Oliver nos recuerda que "por las calles de la ciudad [los miembros de la Royal Navy] fueron objeto de una acogida verdaderamente afectuosa, recibieron mil obsequios y atenciones". Desde entonces las tropas inglesas siempre fueron bien recibidas en Palma. Es lógico, pues, hay que reconocer, que gracias a los navíos ingleses, en combinación con los de la Real Armada española, fue posible que las Baleares viviesen tranquilamente, a salvo de las atrocidades de la guerra en la Península.

A partir de esa época, pues, empezó con cierta frecuencia a fondear la escuadra inglesa en la bahía palmesana. Las breves estancias de los marinos ingleses a veces daban pie a anécdotas o murmuraciones. Es, por ejemplo, lo que sucedió en 1842, cuando se empezó a rumorear en la ciudad que un "joven milord" de la Marina Real Británica, oficial de un cúter, tenía la firme intención de comprar nada menos que la Cartuja de Valldemossa. En algunos mentideros de Palma se llegó a asegurar que las negociaciones estaban muy adelantadas.

Especialmente espectacular fue la llegada en mayo de 1861 del buque de la familia real inglesa Victoria and Albert II. Un barco de vapor y vela construido en 1855, de trescientos sesenta pies de eslora, con doscientos cuarenta tripulantes a bordo. Uno, más o menos, se puede imaginar la gran repercusión que tendría, en la vida de los habitantes de aquella Palma decimonónica, el desembarco de tantos oficiales y marineros. Ahora bien, fue un personaje singular que iba a bordo del buque quien eclipsó al resto de los tripulantes: la emperatriz de Austria, Isabel, más conocida como la Emperatriz Sissí. Aunque viajaba de "incógnito" con dos amigas, ayudantes y servicio, paralizó la ciudad durante su estancia. Fue recibida con los más altos honores por el obispo de Mallorca, el alcalde de Palma, el gobernador, el presidente de la Diputación, junto a otras muchas autoridades y personas insignes de la Isla. La emperatriz, presidiendo una auténtica caravana de carruajes, paseó por la calles de la ciudad, visitó la Catedral, algunas casas señoriales y el castillo de Bellver.

En algunas ocasiones la banda de música de la Royal Navy amenizaba las noches palmesanas tocando en el paseo del Born. Las crónicas recuerdan con especial interés la visita que tuvo lugar en 1884 por parte de la escuadra inglesa, que estaba capitaneada por el duque de Edimburgo, hijo de la reina Victoria. Una noche, el duque y el vicecónsul de S. M. Británica acudieron al teatro a escuchar un concierto de ópera. Al día siguiente "desde las tres de la tarde hasta el anochecer la banda de música de la escuadra inglesa amenizó con sus acordes el paseo del Borne, repleto de público y con asistencia del propio Duque de Edimburgo de uniforme, acompañado del vicecónsul de S. M. Británica de esta ciudad y de los jefes de la escuadra. La banda de música interpretó la "Marcha Real" española, y, a lo último, la inglesa "Dios salve a la Reina", durante la cual S. A. y todos los ingleses permanecieron descubiertos".

En 1896, fondearon frente a la Catedral veintidós unidades de una escuadra inglesa procedente de Malta. Los buques estaban bajo el mando del almirante Seymour. Por aquellos días en Palma estaban muy de moda las carreras de bicicletas en el velódromo. Por ello se organizó una carrera de "velocípedos" en honor a los marineros ingleses. Participaron veintiséis corredores de los cuales diecinueve eran ingleses y durante las carreras tocaba la banda de música de los británicos.

Gracias al testimonio de José Orlandis, en sus Estampas, nos podemos imaginar con cierta precisión como eran las visitas de la Marina británica durante las primeras décadas del siglo XX, pues como él mismo recordaba, tanto la Mediterranean Fleet como la Home Fleet fondeaban regularmente en las principales bahías de la Isla, especialmente en la de Palma. "La llegada de la Escuadra inglesa a la bahía de Palma constituía un espectáculo impresionante, para los muchos curiosos [€] La primera señal que delataba la proximidad de la flota eran las columnas de humo que comenzaban a divisarse, y que al poco tiempo cubrían el ancho horizonte de la bahía. La torre de señales de Portopí izaba las banderas que correspondía [€] En el momento de echar el ancla, la nave almirante saludaba a la plaza con una salva de veintiún cañonazos, a la que daba respuesta el castillo de San Carlos".

Estas escuadras que visitaban Palma a principios del siglo XX, estaban constituidas por un centenar de buques: destructores, submarinos, cruceros, acorazados e incluso algún portaaviones. Al desembarcar los británicos, las calles de Palma se veían "invadidas" de cientos de marinos perfectamente uniformados. Aprovechando la ocasión, algunas veces se organizaban encuentros de fútbol entre mallorquines e ingleses. Años más tarde llegarían los estragos de la Guerra Civil y luego los de la Segunda Guerra Mundial, y la Mediterranean Fleet sería relevada por la Sexta Flota norteamericana. De esta manera se acababan varios siglos de supremacía de la Royal Navy.