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Historia antigua

En mi primer año de estudiante en Barcelona, un amigo de Lleida -entonces Lérida- trajo un grueso tomo a mi habitación. Vivíamos en una residencia de estudiantes -la Muñoz Grandes- y mi amigo era comunista y encantador. De entrada, no supe si me traía un manual de los escritos de Lenin -menudo tostón, pensé- o una edición clandestina de las obras completas de Karl Marx, pero la cosa, pese a su grosor y sesudez, era más ligera y grata. Se trataba de la Història de Lleida, de Josep Lladonosa, de la que trajo sólo el primer y voluminoso tomo. "Mira", me dijo sonriente, "aquí aparecen tus antepasados". Ya se sabe que las genealogías familiares son una ficción con ribetes delirantes.

Mi familia paterna es de origen catalán. De Barcelona, concretamente, durante generaciones y en aquel libro se contaba la vida de un caudillo musulmán llamado Llop. Este hombre debía de ser un pájaro de cuidado porque su verdadero nombre -siempre según el texto de Lladonosa- era Llop ibn Amrús ibn Zacaria. O sea que era musulmán pero de procedencia cristiana -es decir hispanogoda- con escala en familia judía: un cóctel explosivo compuesto por distintas conversiones religiosas y cambios de bando. Su padre había sido gobernador de Huesca y sería vencido y muerto en batalla por Aben Mejahed, llamado "El Murciano". La vida, en fin, debía de ser difícil en aquellos tiempos (siglo IX d.C).

Pero la cuestión es que, según el historiador Josep Lladonosa, este Llop ibn Amrus ibn Zacaria fue quien dio muerte a Wifredo El Velloso, o Guifred El Pilós, de origen visigodo y primer conde de Barcelona (no sé si lo notan, pero me lo estoy pasando bomba). Según la leyenda, con la mano en la herida mortal se apoyó en la pared de una cueva y trazó en sangre las cuatro barras con sus dedos: mitos e invenciones de la Renaixença. Imaginen qué responsabilidad. Yo tan tranquilo, hasta que mi amigo va y me trae el tomo con las guerras cristiano-musulmanas de la Marca Hispánica. Los hay que con mucho menos se inventan un glorioso pasado familiar. Así ha sido y así será por los siglos de los siglos. No en mi caso. Aprendí de los hombres más cercanos a mí durante mi infancia -mi padre y mi padrino- a ser escéptico con ciertas glorias y blasones. El primero seguía la máxima de san Francisco de Borja, "nunca servir a señor que se pueda morir" y el segundo -de estirpe antigua- ante su archivo familiar siempre dijo que había que dejar los papeles tranquilos: "Si no és a la primera palada, és a la segona, que surt merda o un penjat", aseguraba.

Pero la pesadumbre de esa batalla atravesaba siglos de sangre catalana. Por suerte lo que un amigo te carga, otro te lo aligera. Han tenido que pasar décadas, pero así ha sido. Bartomeu Bestard -cronista de Palma y colaborador de Diario de Mallorca- acaba de publicar L´Escut del Rei. Història de la Casa Reial de Mallorca a través de la seva heràldica. Si ustedes leen las crónicas de Bestard en estas páginas, saben de antemano que este libro, además de muy entretenido, es una delicia, marca de la casa. Pulcritud, conocimiento, amenidad y esclarecimiento histórico. Todo en tono sostenido de fair-play y buen humor. Pues bien: ahí Bartomeu Bestard cuenta el episodio -extraído del Llibre dels Feyts, del rei Jaume I- del asalto final de las tropas cristianas a Medina Mayurqa.

Un caballero llamado Llop Xemenis de Lusia -sí, señor: otro Llop- mandó a dos de sus escuderos al interior de la ciudad para comprobar el estado anímico y las fuerzas del enemigo. Entraron por una mina socavada bajo las murallas y comprobaron que había muchos cadáveres por las calles. Nadie había tenido tiempo ni fuerzas para enterrarlos. Tuvieron la sensación -escribe Bestard- "de estar en una ciudad cansada y abandonada". Y al recorrer las murallas vieron que ningún sarraceno las vigilaba ya. Regresaron a toda prisa para informar al caballero Llop, quien transmitió la noticia al rey -"Senyor, és l´hora"- y Jaume I decidió atacar la ciudad al alba. No entraré en detalles pero ya saben cómo acabó la cosa. En mi caso con una sonrisa ante las paradojas del tiempo. Leyéndolo pensé que la Historia tiene una capacidad mayestática para la sorna y que si la misma sorna se aplicara a las vanidades humanas, el mundo sería mucho más divertido. Y cuando digo vanidades humanas, me refiero también a la política, donde el engaño y la fantasía -como se ha visto en estos meses últimos- es aún mayor que en los delirios genealógicos. Que cualquiera de ellos.

(Por cierto, Sant Llop nació en el seno de una familia noble de Orleans y protege, como san Blas, la garganta y las amígdalas. Lo sé porque en el recibidor de casa de mis padres había unos Goigs del Gloriós Sant Llop, no porque fuera pariente nuestro, que no lo era. Al haber nacido en Orleans quizá lo fuera de Saint-Loup, el personaje de Marcel Proust).

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