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Camilo José Cela Conde

Sociedades inoperantes

Los dueños de las sociedades offshore que cualquiera sabe qué querrá decir eso en el lenguaje postmoderno que se abre paso, aquellos que poseen los artilugios abiertos por el bufete de abogados Mossack Fonseca de manera opaca en Panamá que, ahora sí, se entiende muy lo que quiere decir semejante cosa, se han defendido al ver su nombre en las listas aparecidas en la prensa diciendo que en realidad tales sociedades nunca les sirvieron para nada en absoluto, que ni tuvieron actividad alguna que recuerden, ni fondos, ni traspasos, ni cargos, ni abonos. Nada.

Qué cosa más curiosa, ¿verdad? Cualquiera que se haya visto en el trance de montar una sociedad, un negocio o incluso un simple carrito de helados en la playa sabe la cantidad de tiempo, esfuerzos y dinero que hay que invertir en el papeleo reglamentario antes de que le den a uno el documento que dice que ya está todo en regla. Pero cabe suponer que los Mossack Fonseca de cualquier lugar basan su prosperidad en facilitar los trámites a sus clientes; de acuerdo: cabe imaginar que existe una especie de ley universal en el cosmos que dice que a menos esfuerzos más coste y al revés. Pero ya sea porque es un proceso muy largo y tedioso o porque sale carísimo incluso en los términos propios de la gente que tiene mucha pasta, el sentido común más elemental pone de manifiesto que a nadie en su sano juicio se le ocurriría ir montando sociedades offshore, ni inshore, si las hay, para luego dejarlas en barbecho o incluso abandonadas como sucedía con las tierras de los marqueses de antaño. Habrá que padecer, digo yo, algún tipo de trastorno mental aún no incluido en los manuales de los psiquiatras. Una dolencia que lleva a perder los años y los ahorros en la aventura de hacerse con una sociedad inoperante.

Pero luego resulta que semejante conducta supone un síndrome muy extendido, a juzgar por lo larga que es la lista de clientes del bufete Mossack Fonseca panameño. Así que estamos ante una especie de pandemia entre los muy ricos, un virus infeccioso que se propaga a lo bestia y te hace ponerte a montar sociedades inoperantes en los lugares más remotos. Ya sabíamos que el dinero no da la felicidad, como nos enseñaban las doctrinas moralizantes en el colegio, pero de lo que nos habíamos enterado es que además contagia la locura. Qué lástima.

Urge un benefactor que dé con la vacuna para semejante cáncer antes de que nos quedemos sin millonarios tan divertidos y ocurrentes. Aunque, antes llegar a eso, un científico de altura debería encontrar con mucho talento y esfuerzos cuál es el origen de un comportamiento tan extraño. Por suerte tenemos científicos muy buenos, capaces de descubrir cosas tan sorprendentes como que la materia oscura, invisible, forma el 95% del universo. Igual se encontraba escondida en los offshore diversos, en los bufetes de los Mossack Fonseca de muchos lugares y en las sociedades inoperantes que se abren sólo por aquello de dejar pasar el tiempo.

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