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Antonio Papell

Jóvenes y viejos

Jaime Miquel, sociólogo, encuestador y autor de La perestroika de Felipe VI, una interpretación de la España contemporánea, ha clasificado así al electorado español en este país: hay algo más de cuatro millones de electores nacidos antes de 1938; son los niños de la guerra, tienen más de 77 años y representan el 12% del censo. Detrás vienen los casi nueve millones nacidos entre 1939 y 1959; son los niños de la autarquía, tienen entre 57 y 76 años y suman el 25% del censo. Les sigue una generación formada por los reformistas: nueve millones y medio, de entre 42 y 56 años, nacidos entre 1959 y 1973, el 28% del censo. Cierran la lista los ciudadanos nuevos, los mayores de edad nacidos después de 1974, que son algo más de 12 millones y que representan el 35% del censo. A partir de esta clasificación, el ensayista atribuye la fractura política entre viejos y nuevos partidos a la correspondiente ruptura generacional. De hecho argumenta, el PP obtiene más de la mitad de sus votos entre los mayores de 65 años y el PSOE, entre los mayores de 54.

Ello significaría una disrupción de la cultura política, según la cual los jóvenes nacidos en democracia despreciarían el sistema de representación de sus mayores, la hipocresía del modelo, el clientelismo, la sumisión sistemática a la autoridad, la corrupción, la falta de transparencia y la negativa a rendir cuentas. En cambio, la cultura política de los jóvenes sería abierta, participativa, informada y crítica.

Tal planteamiento sugiere que los "viejos" se sentirían cómodos con la cultura caracterizada por la degeneración de la política democrática a la que hemos asistido estos años pasados, caracterizada por una gran impericia de los actores, por el falseamiento de las reglas de representación, por la corrupción más repulsiva y por una oligarquización de la clase política en aparatos partidarios que necesitaban y siguen necesitando cambios sustanciales que los conecten a la sociedad real. Y sin embargo, parece claro que este estado de cosas no genera entusiasmo en ninguno de los estratos generacionales de que habla Miquel, por más que una parte importante de "los mayores" siga votando fielmente a organizaciones caducas y desacreditadas. Asimismo, tampoco es defendible que si las organizaciones viejas encarnan la obsolescencia que debe ser radicalmente modernizada, las formaciones nuevas sean un gran dechado de virtudes. Podemos y Ciudadanos destacan, sí, por algunas características encomiables pero fallan estrepitosamente en otras, que me cuidaré de no señalar porque estas líneas no buscan la polémica. Más bien parece que, al igual que se puede ser tonto en varios idiomas, es posible ser listo a cualquier edad, y de la misma manera que hay jóvenes sumamente capaces y brillantes, también los hay carentes de atributos.

Me perdonará Jaime Miquel, pero me parece que la fractura generacional grave es de otra índole: con la crisis, las clases acomodadas de este país se han olvidado absolutamente de los jóvenes, abandonándolos en la indigencia la tasa de desempleo de los jóvenes menores de 25 años ha estado varios ejercicios por encima del 50% y todavía permanece muy cerca de esta cifra indecente, y hoy, cuando parece que comienza la recuperación, quienes se incorporan al mercado laboral lo hacen tras una brutal devaluación salarial que genera la paradoja de que encontrar un trabajo remunerado no significa para los jóvenes salir de la pobreza. Ésta es la verdadera razón de que nuestra juventud haya abandonado, con toda la razón, las viejas recetas de sus mayores y explore caminos diferentes. Caminos que con toda seguridad volverán a llevarles a los terrenos de la democracia, aunque mucho más sinceros, creativos y limpios que los que han decidido abandonar.

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