Quizás este enunciado sugiera desencanto, no obstante es parte del lema que este año se ha elegido para celebrar el próximo 11 de octubre, el día internacional de los cuidados paliativos, un lema que se completa con la frase: a nosotros.

Este nosotros, entre los que nos contamos, es un grupo todavía pequeño, estimado en 10 millones de personas, conscientes de que estamos tan lejos de conseguir una cobertura universal que, hoy por hoy, es una utopía.

Las utopías tienen el poder de movernos hacia lo imposible para conseguir lo difícil. La historia muestra que cuando un grupo de personas se ve espoleado por un problema compartido, es capaz de crear soluciones hasta ese momento inimaginables.

En este ámbito, el de dotarnos de recursos profesionales competentes y compasivos, que acompañen a pacientes y familiares que atraviesan la etapa final de la enfermedad incurable, estamos en los albores de una nueva etapa.

Hace sólo unas décadas, algunos pioneros comenzaron a desarrollar conocimientos, modelos de atención, criterios de toma de decisiones y herramientas para cubrir las necesidades de las personas en este período, hasta construir lo que hoy conocemos como cuidados paliativos.

Estos gozan hoy del reconocimiento académico en la mayoría de países desarrollados y están en franca expansión en todos ellos.

Los cuidados paliativos en nuestra comunidad cuentan ya con más de 20 años de recorrido y son muy apreciados cuando alguien de nuestro entorno ha tenido el privilegio de ser atendido por alguno de los -todavía- escasos equipos de profesionales disponibles en nuestra red asistencial.

La vivencia directa de la experiencia a menudo conmueve y trasforma positivamente la percepción que se tenía del proceso, y algunos de los familiares y amigos que han conocido de forma directa su trabajo, se convierten en voluntarios que, a través de la asociación DIME, colaboran con estos equipos profesionales.

El cambio es lento, el desconocimiento de los cuidados humanizados y expertos de esta etapa tan importante de nuestra vida, hace que los cuidados paliativos no sean aún percibidos como un derecho del mismo rango que, por ejemplo poder ser atendido en urgencias.

Ello es debido en parte, a que la atención sanitaria ha estado hasta ahora muy centrada en la fantasía del modelo curativo. Esta aproximación es muy ineficiente, cuando no es causa de mayor sufrimiento, al aplicarlo a la enfermedad crónica, avanzada e irreversible. Hace ya algunos años que disponemos de evidencia de lo que el sentido común ya hacía sospechar: la mayor parte del coste sanitario se derrama ineficientemente en este entorno, lo que nos lleva al hecho de que, como decía el poeta, estemos tocando fondo.

También nos recuerda Gabriel Celaya que "Cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades, las bárbaras, terribles, amorosas crueldades". Sin pretender ser bárbaros, ni crueles, después de ver esos claros ojos bastantes decenas de veces, nos parece sano recordar que si no nos dotamos de recursos para cuidar y acompañar durante esta etapa de nuestra vida y seguimos medicalizando el proceso de morir, nos estamos castigando a enfrentarnos, en pleno siglo XXI, a una de las situaciones personal y familiarmente más demandantes, con menos recursos que los que tenían nuestros abuelos para este menester.

Os invitamos a compartir nuestra pasión por cuidar nuestra fragilidad en los momentos de máxima vulnerabilidad, como reconocimiento de nuestra humanidad compartida. Y animamos especialmente a los que tienen la responsabilidad de pensar en todos, es decir, los que nos gobiernan, a sumarse a este nosotros que el día 11 celebramos nuestro anhelo de ampliar la cobertura de lo que hoy, la atención paliativa, sigue siendo privilegio de unos pocos.