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Opinión

Vuelta a casa

Vuelta a casa

Si la UIB. Puedo dar testimonio personal de que es así porque hace cosa de medio siglo asistí en las aulas del caserón del Estudi a algunas de las clases „no demasiadas, debo reconocer„ de la antigua facultad de Filosofía y Letras que era entonces una sede de la facultad propia de la universidad de Barcelona. Luego tuvo lugar el traslado a Son Malferit donde, siguiendo con mi rollo particular, aterricé recién licenciado como profesor. Corría el año 1975, el de la muerte del generalísimo Franco, y ya para entonces se barajaba montar en la carretera de Valldemossa el campus de la que tres años después sería la Universitat de les Illes Balears. El traslado de Letras a su nueva sede se hizo siendo yo decano de la facultad, así que de nuevo puedo ejercer como testigo.

Testigo hostil. En su momento escribí varios artículos defendiendo que la UIB se mantuviese dentro del caso urbano, y mi postura tan decidida como a la postre derrotada me llevó a no pocos enfrentamientos con las autoridades académicas de entonces, incluido el rector. Pueden sostenerse varias hipótesis acerca de por qué la UIB se sacó de Palma (y sus consecuentes algaradas estudiantiles) a las sospechas, ¡ay!, sobre el negocio inmobiliario que se pudo hacer „aunque ignoro si se ha demostrado o sigue en grado de presunción„ con los terrenos del nuevo campus.

Pero las razones que se dieron eran técnicas: las de las ventajas que tiene agrupar todas las facultades facilitando la infraestructura y, en particular, la propia del naciente mundo de la informática de entonces. Los expertos hablaban de la necesidad de conectar de manera adecuada los distintos edificios mediante un cableado que, por cierto, tras ser metido en tubos en los falsos techos resultó que se lo comían las ratas. En cualquier caso, esos argumentos eran a mi entender falaces porque, con el tamaño de la UIB de entonces, era del todo posible meterla en el conjunto arquitectónico de la Misericòrdia que estaba entonces desaprovechado y con riesgo de ruina final. En mi opinión, todo eran ventajas al llevar a la UIB al centro de Ciutat. Y otro gallo nos hubiera cantado en términos de integración y de influencia cultural que son, no se olvide, objetivos esenciales de cualquier universidad.

Ahora que se baraja el devolver los estudios de Historia e Historia del arte al Lul·lià, las mismas razones técnicas siguen en pie. Pero en el tiempo transcurrido las distancias se han vuelto nimias dado que el mundo entero resulta global. En términos virtuales sólo, porque tenemos ya suficientes pruebas acerca del disparate que significa mantener el campus universitario metido en una jaula de oro del todo ajena a Ciutat. Son demasiadas las veces en que los organizadores de cursos de divulgación o simples conferencias han lamentado lo difícil que es llevar al público no universitario hasta el kilómetro siete de la carretera de Valldemossa, y la alternativa del edificio de la UIB de Sa Riera no termina de cuajar.

Así que bienvenido sea el proyecto de la vuelta de la UIB a casa. En particular porque el primer intento, el de la recuperación de Ca'n Oleo, ha llevado a la postre al absurdo de que se haya gastado una cantidad de dinero ingente en restaurar el edificio sin que se acierte a hacer nada con él.

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