Jaume Matas tenía que trabajar dos días como president del Govern para pagar una de las escobillas de retrete a 375 euros la unidad que embellecen su palacete de Sant Feliu. Y por supuesto, privar durante esas jornadas a su familia de nutrientes y demás necesidades básicas, aunque el efecto estético conseguido justifica en buena parte el ayuno. Matas se gastó la mitad de su ingresos brutos anuales reconocidos –hasta 40 mil euros– en dotar de televisores una de su media docena de residencias, y ni siquiera está acreditado que siga la programación con especial curiosidad.

Los trapicheos citados y cintados, merced a las intervenciones autorizadas por el juez, debían cursar por fuerza con víctimas colaterales. Las grabaciones demuestran el extraño bucle diseñado por Matas para pagar sus televisores con los acostumbrados billetes de 500 euros. La rabia de los partícipes al destaparse el tinglado contrasta con la disciplina en la oscuridad de subalternos fascinados por el poder. Muchos de ellos alardearon en su día de una relación privilegiada y cimentada en el secreto compartido, que con el tiempo les costaría una imputación penal.

Aunque la administración de Justicia ha desarrollado una labor ímproba para desmontar la corrupción del Govern Matas, hay que lamentar incluso históricamente que sus limitados medios –las fuerzas del mal contra la falta de fuerzas del bien– se hayan detenido en los tenderos. La sed de conocimiento impulsa a preguntar por ejemplo qué sucedió con el goya sustraído a los mallorquines, bajo la atenta vigilancia de los recompensados responsables jurídicos del ejecutivo.

Matas no ha salido en auxilio de ninguno de sus subalternos atrapados en la malla que tejió su llamativo estilo de gobernar, y tampoco en las cintas muestra un apego excesivo hacia el comerciante que le amparó en la compra masiva de televisores. No le distinguió la lealtad política, por lo que cabe hablar de coherencia cuando aplica una inhibición idéntica a sus manejos subterráneos. El expresident jamás cuenta con una explicación sencilla para sus maniobras. Exhibe los problemas derivados del exceso de liquidez sobrevenida, soslayados con la participación de intermediarios que a continuación serán abandonados a su suerte. Por ello, la denuncia a cargo de votantes agraviados del PP engrosa los principios de la justicia poética.