Son Sant Joan la vio nacer y crecer en su regazo, pero Spanair se hizo mayor y entonces se fue de la isla que la engendró. Fue en septiembre de 2009 –ahora hace un año– cuando la aerolínea se trasladó a Barcelona para seguir madurando. La idea vino de un grupo de empresarios catalanes, con la intención de impulsar las conexiones internacionales del aeropuerto de El Prat. Entre los trabajadores no gustó la iniciativa. Las huelgas, convocadas durante todo el verano de 2009, marcaron los diálogos entre Spanair y el comité de empresa. Tras meses de negociaciones, la disyuntiva fue clara: rescindir el contrato con una indemnización muy inferior a la que pedían los empleados (20 días más 750 euros por año trabajado, cuando ellos querían 35 días por año) o comenzar una nueva vida en la ciudad condal conservando su empleo. Con el fantasma de la crisis pululando en el mercado laboral, muchos más trabajadores de los previstos volaron junto a la compañía. Un tercio de la plantilla de servicios generales aceptó las condiciones y se fue a Barcelona.

Bettina Lenzetti fue una de las trasladadas. Empleada de la dirección comercial y madre de dos criaturas. A sus 40 años no se esperaba "cambiar de residencia, pero la opción era clara: o a Barcelona o al paro". Lenzetti llevaba 15 años en Spanair y no quería renunciar a su puesto. "Sabía que no encontraría otro trabajo que me gustara más. Lo mío es vocacional", apunta. Pero tuvo que pagar el esfuerzo del traslado. Y es que adaptarse a la gran Barcelona viniendo de la calmada Palma no siempre es fácil: "Al principio me costó. Llovía muchos días y tenía una sensación de desamparo. Aquí el ritmo de vida es muy rápido, sobre todo si no estás habituada". Vive en el barrio de Les Corts, cerca del Camp Nou y ahora tarda el cuádruple en llegar a la sede de Spanair en L´Hospitalet de Llobregat, una ciudad aneja a la condal, dentro de su área metropolitana. En Palma dejó atrás a mucha gente, pero su familia se fue con ella. "Mi marido era de Barcelona, así que estaba encantado de volver a casa. De los niños, al mayor [tiene 10 años] le costó más y el pequeño [de 4] casi ni se enteró". Ella mantiene el contacto con algunos de sus excompañeros. "Cada persona es una historia, algunos han encontrado trabajo, otros no. Las circunstancias económicas se notan", opina.

Lenzetti no se arrepiente de su decisión. El suyo es uno de los traslados optimistas y exitosos. No todo el mundo ha podido iniciar una nueva y plácida vida en la capital catalana, aunque la empresa afirma que ayudó a los trabajadores en todo lo que pudo. El director de comunicación de Spanair, Jordi Juan, dice estar "satisfecho con la experiencia de este año". Recuerda las huelgas del pasado estío como un capítulo "convulso" en la compañía, debido a "la mentalidad del país". "Aquí no es habitual que una empresa traslade su sede, como en Estados Unidos o el norte de Europa", explica el directivo. Para Juan, el debate que se estableció hace un año no era sobre trasladar o no la aerolínea, sino que estaba en juego "cerrar o no la compañía". El plan de los nuevos accionistas era trasladar la sede de Spanair a Barcelona antes de octubre para poder explotar el hub que se les concedió en la nueva terminal 1 de El Prat de Llobregat. "Hemos multiplicado los pasajeros catalanes y hemos mantenido los mallorquines", afirma Juan, que reconoce sin tapujos que Spanair "es una empresa catalana". Y aunque el hijo se avergüence de su padre palmesano y se vaya de su lado, dice que no le olvida: "No le hemos dado la espalda a Son Sant Joan ni le hemos cerrado las puertas".

Mercedes Hernández está de acuerdo con que el cambio de sede "ha sido para bien". Ella es subdirectora de relaciones laborales. Madrileña de nacimiento, ya está más que acostumbrada a las metrópolis. Tras dos años en Palma pensó que se quedaría allí para siempre. "El ambiente de trabajo era más cálido, más familiar. En Barcelona todo es más formal, hasta en la forma de vestir", asevera. Ella negoció con los sindicatos durante las huelgas y piensa que fue "un episodio traumático, una especie de trifulca familiar". Y es que los cambios nunca agradan a todos y menos cuando implican irse de la urbe en la que uno nació. Spanair lo hizo y ahora vuela a su aire, lejos de Son Sant Joan, que en los últimos dos años ha visto como media docena de aerolíneas se han alejado de su nido.