Cesc quería ir al Barça y fichó por el Barça, igual que De Guzmán terminará en Villarreal si quiere jugar allí durante las próximas temporadas. Estos chicos dispuestos a ir a la huelga a partir del domingo, tienen todas las cartas en la mano para hacer lo que les venga en gana. Sus contratos son papel mojado para ellos y adquieren valor de ley sólo para los contratistas. Argumentan, Laudrup por cierto entre ellos, que sin futbolistas no hay negocio, pero se olvidan de añadir que sin clubs, tampoco. Por si la voluntad del jugador no bastara, su entrenador lo ha podido decir más alto, pero no más claro al afirmar que, con la edad que tiene, el canadiense no debe ceder a la tentación del dólar o el rublo, sino a la del euro porque, además, Castellón está más cerca que Moscú. Y no es que le falte razón, sino que debería callárselo a no ser que en su catecismo particular el interés del club esté por debajo del de su pupilo.

Yo, de Serra Ferrer ya estaría buscando tanto al sustituto del centrocampista, nada fácil a estas alturas del verano, y también al del técnico, por lo que pueda pasar. Es más estaría seriamente preocupado por la suerte defensiva del equipo, sin dejar de rastrear el mercado en busca de delanteros. El horno no está para bollos, ni el equipo anda sobrado de harina, sino más bien al contrario.

Siempre cabe denunciar al ´submarino amarillo´ por negociar con un profesional al margen del club en el que está, acción antirreglamentaria según la FIFA hasta seis meses antes de la finalización del correspondiente período contractual. Pero en las relaciones entre ambas sociedades y desde la intervención de los Roig y compañía para ocupar el lugar del Mallorca en las pasadas competiciones europeas, siempre ha habido mucho ruido y pocas nueces, con ´trampó´ o sin él. Puede que De Guzmán se despidiera el pasado sábado, un adiós que, si no en tiempo, sí se hubiera podido evitar en forma.