La complejidad de un belén de más de 30 metros cuadrados

Para José Luis Mateo, un vecino de Palmanova de origen navarro, montar un belén no es un simple pasatiempo que se despacha poco antes de empezar la Navidad. Para él, es una devoción. Una tarea a la que dedica horas y horas desde el mes de octubre. Fines de semana incluidos. Horas y horas de montaje, de pintar, de instalar las luces, de colocar bombas de agua... El resultado de todo este esfuerzo se puede ver en el garaje de su casa: un imponente belén de más de 30 metros cuadrados y más de 300 figuritas. "Llevo 20 años haciéndolo aquí en Mallorca. Y este año es el que lo he hecho más grande", dice Mateo. Para soportar toda la estructura, utiliza por ejemplo mesas de ping-pong y de billar. Usa también todo tipo de cajas para hacer las múltiples construcciones que salpican la escena navideña. Incluso trozos de protectores de botellas de vino y envases de yogur líquido. Materiales que, después de pasar por sus manos, cobran la forma de una carpintería, un barrio, una cueva, una fortaleza y, claro, del portal más famoso de todos los tiempos. Por tener, el pesebre de José Luis Mateo, que es representante de una distribuidora de alimentación, tiene hasta un lago en miniatura, con peces... de verdad. Él explica que le gustaría que el belén estuviera en un lugar público para que lo pudiese ver más gente. "Pero necesito muchas horas para montarlo y es complicado hacerlo fuera. Quizá cuando me jubile y tenga todo el tiempo del mundo, pueda hacerlo", cuenta. La cabeza de Mateo no para de maquinar posibles mejoras de cara al año que viene. Y ya piensa en cómo dotar de más realismo a una escena de vendimia, introduciendo vino de verdad.