Se llama Amira, nació en Vitoria y, aunque no ha cumplido aún los cuatro años, vive separada de su madre desde hace más de tres. Con tan solo cinco meses su padre la secuestró. Desde entonces vive en Orán (Argelia) a más de mil kilómetros de su casa. Maider, su madre, vive por y para recuperarla. Una batalla que arrancó el mismo día del secuestro, el 3 de mayo de 2018. Ese día quedó grabado a fuego en la vida de la joven vasca. También en la de su familia. Ese día empezó el infierno.

“Le prometió libertad y amor eterno”

Se conocieron en julio de 2016, un año antes de nacer Amira. Cuando Maider lo contó en casa todo jugaba en contra, el curriculum de él no era bueno. Pero no escuchó los avisos. El amor comenzó con mentiras: la joven tenía 17 años y Mohamed El Habib Cherifi, aunque fingió tener su edad, se acercaba a los 20. No sería su único engaño. Cherifi le prometió libertad, buena vida y amor eterno. Con el paso de los meses, las sonrisas se convirtieron en gritos, dominio y control. Se impusieron las prohibiciones. Las escenas violentas fueron en aumento.

En ese clima hostil, llegó el embarazo. Aunque nunca hubo duda de seguir adelante, Amira se gestaba en un ambiente violento. Se acentuaron los insultos, llegaron las agresiones. En diciembre de 2017, en Vitoria, nació la pequeña. Maider acababa de cumplir los 18 años, feliz por la llegada de su hija, sufría la violencia en silencio.

Viaje y secuestro

Cuando la bebé estaba a punto de cumplir cinco meses, Cherifi organizó un viaje a Argelia para los tres. Iban a conocer a su familia paterna. La familia de Maider volvió a pedir una tregua. La pequeña Amira nació con un soplo en el corazón y, como estaba siendo controlada medicamente, preferían que el viaje tan largo se pospusiera. No hubo debate. El 1 de mayo arrancó el viaje. El mismo día llegaron a Orán. Se cruzó frontera y límite, llegó el horror.

Cherifi quería convertir a su hija en musulmana. Sus conversaciones se centraban en eso, en religión y creencias. En el taxi, nada más llegar a Orán, agredió a Maider y la cogió del cuello. Solo un par de días más tarde, el 3 de mayo, llevó a cabo el secuestro.

Tras una escena con agresiones e insultos, el argelino escondió a la pequeña, echó a Maider de casa y la llevó al aeropuerto. Le dijo que si no cogía ese avión, no volvería a ver a su hija. Maider con miedo se marchó, pero dio igual, nunca volvió a tenerla. La pequeña nunca regresó a casa.

Vuelta a España

Tras la llegada de Maider a España, su ex pareja abandonó Orán y se instaló también en Vitoria. Vino solo. A la niña, según se demostró después, la dejó en el país argelino con unos amigos (y otras veces en casa de su tía paterna). En Vitoria, el Juzgado de Violencia de Género dictó las primeras medidas: orden de alejamiento, prohibición de sacar a la menor de territorio nacional y retirada de pasaporte. Se las saltó todas. En septiembre se le retiró la patria potestad. No afectó en nada. La niña siguió retenida. En España solo estaba él. De Amira no había noticias. Estaba en paradero desconocido.

Robos, violación y armas

La Ertzaintza documentó varios delitos menores que daban fe de que el argelino estaba en España. La pequeña Amira, mientras tanto, seguía retenida en Argelia. La justicia argelina, en este caso, consideró el abandono y le dio la espalda al padre, pero a Maider nunca le otorgó ningún derecho. A la niña la llevaron a un Centro Social argelino. A miles de kilómetros, Cherifi, pese a la orden de alejamiento y a los dispositivos de vigilancia, seguía en España acosando a Maider sin freno.

Tras saltar la alarma policial, el argelino desapareció. Solo meses después se localizó a la pequeña. Nunca había salido de Orán. Al poco, una orden dictada por Francia daría más pistas de la trayectoria de su padre: en febrero de 2021 se dictó Orden Europea de Detención por los delitos cometidos en los meses de mayo, junio, julio, agosto y septiembre de 2020 en diferentes regiones del país galo. Al padre de Amira se le acusa, según ha podido saber CASO ABIERTO, de ser presunto responsable de una organización criminal que habría cometido -entre otros delitos- agresión sexual con arma, detención ilegal, extorsión y robo con violencia en territorio europeo. Además, él está acusado como presunto autor de otras dos violaciones, empleando un arma blanca. Con su nombre en el foco de todas las policías europeas, huyendo regresó a Orán.

Amira y Maider antes de viajar, en una foto familiar.

La batalla judicial

Localizada la niña, coincidiendo prácticamente con la vuelta de Cherifi a su país, Maider viajó a Orán para solicitar judicialmente la custodia (en Argelia) de la pequeña. Han sido siete meses en los que la joven de Vitoria ha estado allí, viviendo en casa del obispado francés, para esperar la sentencia. Solo así ha podido ver a su hija, en contadas ocasiones, con vigilantes y tiempo pautado. El 14 de marzo se pronunció Argelia: Amira volvió con su padre. Se recurrió la sentencia. El 25 de marzo denegaron el recurso de Maider.

Condenado en España por violencia de género, y retirados todos los derechos del padre sobre la menor en nuestro país, la justicia española choca con la argelina y esta última se impone. No importa que a él le haya sido retirada la patria potestad en España. No importa que se hayan establecido medidas para que no se acerque – ni siquiera en régimen de visitas- a la pequeña. No importa que se haya dictado una orden europea de detención. Argelia dicta que la pequeña, Amira, tiene que vivir con su padre. No cabe apelación, no cabe recurso. Tienen motivos, argumentan, tiene arraigo. Maider, su madre, está “condenada” a no estar con su hija, porque, le dicen, no sabe árabe. Investigada a cada paso, porque todo suma en contra, el idioma es argumento y razón de peso para Argelia para separarla de su pequeña.