"Tengo que ir, solo puedo hacerlo yo. Tengo que ir a Egipto a desenterrar una cosa". Fue lo primero que dijo cuando se despertó en su casa de Gijón. Alfonso y María, sus padres, lo miraron incrédulos. "Estaba raro", recuerdan, "muy raro". "Pero Tinín, ¿qué cosas dices?". "Tengo que ir, solo yo sé dónde está".

Se llama Celestino Puente, aunque en casa, en su círculo cercano, le llaman Tino. Hoy tiene 33 años. Aquel viernes, 30 de septiembre de 2016, cuando desapareció, tenía 28. Fontanero de profesión, nunca antes había tenido episodios así, no tomaba medicación, "era un chico sano, sociable, simpático, trabajador", cuenta su padre, "divertido, amante de la bici, del deporte y de los coches".