En Sitges, quienes soñaban con volver a disfrutar la noche, ayer tuvieron una pequeña muestra. Unos 405 privilegiados pudieron bailar, beber y divertirse como antes. Sin distancia social alguna, aunque con la mascarilla siempre puesta. Sólo podían quitársela para beber o fumar. Anoche la “calle del pecado” era el escenario de una prueba piloto. Un experimento para tantear la posible apertura del ocio nocturno. Dentro de cinco días se realizará una PCR a todos los participantes para analizar el resultado. Mientras, en Barcelona, se sucedían botellones en varios puntos de la ciudad. Desde las calles, hasta la playa. Y eso que desde esta noche los bares en Cataluña cerraban una hora más tarde, a las 12 de la noche. Además, se amplía el aforo en el interior, del 30 al 50% y se permiten hasta 10 comensales por mesa. Medidas que la Generalitat iba a poner en marcha el lunes, pero adelanta por orden judicial.