Es una odisea diaria y no por ello menos peligrosa, que tiene como escenario la urbanización del Pla de sa Coma (Bunyola). Se produce cada mañana, en torno a las siete. A un lado de la carretera, los estudiantes miran a derecha e izquierda. A izquierda y a derecha. Y, cuando se abre un paréntesis en el tráfico, se lanzan corriendo, en medio de la oscuridad y de conductores somnolientos, en busca de su objetivo. ¿Cuál? Llegar a la parada del bus escolar, que está al otro lado de la vía, de dos carriles. Y así día tras día durante todo el curso. Un problema que no viene de ahora, sino de hace años.