A las diez de la noche parecían las dos de la madrugada en Arquitecte Bennàzar. En la calle, todo cerrado a cal y canto y solo la luz mortecina del alumbrado eléctrico. Los vecinos miraban curiosos el panorama desde las ventanas de sus viviendas, escenas que creían que no volverían a repetirse, que ya eran pasado, pero que ha devuelto a sus vidas la incidencia de la segunda oleada del coronavirus en Mallorca.