El estruendo cada vez más nítido presagia nuevas muertes. La dimensión del fuego es descomunal. Las 16 plantas de este edificio de apartamentos de Kiev son una antorcha que los bomberos tratan de apagar. Los aviones de combate y la artillería rusos siguen con su campaña de hostigamiento a los civiles de la capital asegurando que muchas vidas nunca vuelvan a ser las mismas. Como la de Igor. Una cosa es esperar un ataque y otra ser blanco directo, dice. Cuatro civiles muertos en cuatro ataques hoy se suman en el sangriento guión de esta guerra que desgasta a quienes resisten en la capital y que vivirán bajo el toque de queda los próximos dos días. Al alcalde, hoy ya con chaleco antibalas, no le queda otra opción. Se avecinan horas de máximo riesgo para los civiles, incluso para los que se refugian en las estaciones de metro como esta atacada. Suenan las sirenas. Los objetivos de los bombardeos rusos sobre Kiev poco tienen que ver con atacar posiciones militares. Hoy barren los restos del último edificio atacado. Un espejo en el que el resto de vecinos se mira de reojo. Saben que el suyo puede ser el siguiente.