Si alguno durmió anoche en Kiev se despertó con el impacto de un proyectil contra un bloque de apartamentos. La explosión dejaba un enorme boquete en el edificio, del que salían a duras penas los vecinos. No hay muertos, aunque sí numerosos heridos. Entre ellos la esposa y el hijo de un hombre, quien, aun así, reconoce su suerte porque, recuerda, la explosión afectó de lleno a su salón. Se trata de un ataque ruso con misil, según las autoridades ucranianas, que denuncian ésta y otras embestidas de los invasores contra la capital, ya en su tercera jornada de asedio. Mientras las sirenas alertan con una repetitiva frecuencia, los combates se recrudecen. Fuerzas ucranianas tratan de contener el avance de los rusos, que están a los siete kilómetros del centro de Kiev, cuyo alcalde trata de mantener alta la moral de sus ciudadanos. Eso sí, les ha pedido que permanezcan en los refugios. El metro, que ya no funciona como transporte, es uno de ellos. Convertida prácticamente en la ratonera, cada vez antoja más difícil abandonar la capital ucraniana. Un centenar de españoles, entre ellos la embajadora de nuestro país, lo consiguieron sin embargo en las últimas horas.