Joe Biden está enfadado; se le agota la paciencia. Cansado de persuadir, el presidente abre el melón de la vacunación obligatoria: todos los empleados federales deberán recibir los dos pinchazos o serán despedidos. Y las empresas con más de 100 trabajadores requerir la cartilla de vacunación o un test semanal. 100 millones de trabajadores en total, dos tercios de la fuerza laboral país. Atrás queda ese 4 de julio en el que el país festejaba la independencia del virus. La vacunación se estancó y 80 millones de estadounidenses son, hoy por hoy, el núcleo duro que se resiste a ponerse el fármaco. La pandemia de los no vacunados tiene a 100.000 ciudadanos hospitalizados, hay 150.000 contagios diarios y más de 1.500 muertos. Cifras que al presidente le hacen apretar los dientes y dar un manotazo en la mesa. En Los Ángeles, los 80.000 niños mayores de 12 años que quedan sin vacunar no podrán ir a la escuela si no lo hacen. El fármaco de Pfizer está casi listo para los que tienen entre 5 y 11 años.