Aunque de lejos parece que nada ha cambiado, cuando se mira de cerca, Nueva York es ahora mismo una ciudad diferente. Lo saben bien los españoles a los que el huracán ha sorprendido y obligado a cambiar los planes. Para los que, además, tienen familia, la tormenta se ha convertido en una auténtica pesadilla. Han tenido que sufrir días sin agua, gas y electricidad. Aún hay estaciones de metro cerradas. La ciudad que nunca duerme sufre aún las consecuencias de la pesadilla que fue Sandy.