La idea de que en el Mercado de Pere Garau se deje de vender producto mallorquín y de proximidad para convertirlo en un mercado con un enfoque más gastronómico -como podrían ser el de Olivar o el de Santa Catalina-, ha generado estos últimos días un fuerte rechazo entre las asociaciones y los vecinos del barrio. Ambos se han referido al enclave construido por Guillem Forteza en 1943 como «un referente en la ciudad de Palma por su autenticidad, su oferta diversa de productos frescos y su arraigo en la comunidad local». La propia directiva del mercado tuvo que salir al paso para mandar un mensaje de tranquilidad a la comunidad y reafirmar su compromiso de mantener la esencia del último mercado verdaderamente tradicional de Palma.