Uno de los grandes retos a los que se enfrenta el ser humano es hacer compatible la globalización con la sostenibilidad medioambiental. El transporte está en pleno ojo del huracán y aunque no se concibe un futuro que no pase por la electrificación, el camino va a ser largo y proceloso. La industria se está preparando para su mayor revolución. Muchas de las fusiones entre grupos y adquisiciones tienen su razón de ser en un futuro cada vez más cercano en el que quien no tenga la capacidad tecnológica para multiplicar su catálogo de modelos electrificados estará condenado a convertirse, en el mejor de los casos, en mera comparsa.

La próxima década va a ser clave. Demanda del mercado al margen, las normas comunitarias sobre emisiones van a obligar a los fabricantes a propagar su oferta de eléctricos, pero al mismo tiempo, desarrollando vehículos con motores térmicos cada vez más eficientes y menos contaminantes. Las líneas de innovación son muchas y muy variadas.

Una de ellas va enfocada a la drástica reducción de las emanaciones de gases y partículas. Los coches gasolina han implementado filtros antipartículas y los diésel -que ya los empleaban- hace años que recurren a la depuración del humo generado en el proceso de combustión mediante AdBlue. Este aditivo compuesto en un 35% por urea actúa transformando en el catalizador los peligrosos óxidos de nitrógeno (NOx) en nitrógeno, agua y CO2. Esta técnica es tan efectiva que fabricantes como Volkswagen está estrenando en sus nuevos motores TDI la doble inyección de AdBlue (SCR dual) para reducir en un 80% esas emisiones de NOx.

Mayor aprovechamiento del combustible

Otra línea de desarrollo en los motores térmicos convencionales va dirigida a hacer el proceso de combustión más eficiente para lograr el máximo aprovechamiento del combustible (consumo) generando una cantidad ínfima de residuos (emanaciones). Los sistemas de inyección son cada vez más complejos y, además, los avances tecnológicos han hecho posible que los propulsores estén en marcha sólo cuando hace falta. Los sistemas de arranque y parada automático (Auto Start&Stop) o el modo de conducción 'a vela' o por inercia ahora en sintonía con el control de velocidad de crucero activo y el navegador son sólo un par de ejemplos. Incluso según el nivel de potencia que requiere cada situación de conducción, hay motores con desconexión selectiva de cilindros para economizar combustible y aminorar las emisiones.

La tecnología aplicada a la automoción incide directamente en ese ahorro, pero también enseña a ahorrar. Los indicadores de cambio de marcha (avisan del momento en que conviene subir o bajar una marcha para mantener a raya los consumos) han derivado en complejos dispositivos que asesoran al conductor sobre cómo conducir o cuándo aprovechar la inercia en llano o en descensos para gastar lo mínimo. Lejos de caer en saco roto, estos 'ecoasistentes' están siendo muy útiles en el tránsito hacia esa movilidad descarbonizada. El alcance de los vehículos eléctricos está estrechamente unido al tipo de conducción y a la capacidad de quien está al volante de aprovechar la capacidad de la batería.

Otros combustibles

Otra de las coordenadas que explora el sector es la de los combustibles alternativos. El GLP (gas licuado de petróleo) es una realidad en el catálogo de muchas marcas, mientras el GNC (gas natural comprimido) está en plena expansión. ¿Sus argumentos? Una reducción de alrededor del 25% en emisiones de CO2 respecto a un gasolina, una rebaja de en torno al 75% en emisiones de NOx comparado con un diésel, un alto nivel de eficiencia energética, unos consumos mínimos y, en definitiva, un coste por kilómetro ultracompetitivo. Además, el gas natural, concretamente el llamado biogás, puede generarse a través de procesos de descomposición orgánica, una vía que en la que también están investigando las marcas.

Pero el combustible alternativo en el que hay más esperanzas puestas -aunque a largo plazo- es el hidrógeno. Los avances que se están realizando en pilas de combustible basadas en esta inagotable fuente de energía son perfectamente compatibles con el desarrollo realizado en los propulsores eléctricos. Sus mayores obstáculos son el coste y la complejidad de su producción, a los que le seguirán el desarrollo de una infraestructura de recarga y, por supuesto, una demanda que la motive.

El año que se nos viene encima va a ser el del desembarco de multitud de coches 100% eléctricos. Algunos, de la mano de los principales grupos automovilísticos y, la mayoría, con la ambición de romper el techo de esta tecnología en lo que a ventas se refiere. Paralelamente a ello, va a incrementarse drásticamente el número de modelos con sistemas de propulsión 'microhíbridos', híbridos enchufables e híbridos autorrecargables como parte de ese proceso inexorable que ha de llevar a hacer el transporte privado y de mercancías compatible con un entorno natural limpio.