La ratificación de la moratoria contra la caza de ballenas en la reunión anual de la CBI de Anchorage, en Alaska (Estados Unidos), fue seguida hoy del amago de que Japón podría retirarse de la Comisión, confirmó a Efe un portavoz oficial nipón.

Las autoridades de este país asiático, referente mundial del movimiento pro-caza de ballenas, creen que la decisión de la CBI es la gota que colma el vaso.

"La CBI perdió su última oportunidad para retomar su papel de gestor (de los recursos balleneros) y no podemos hacer más concesiones", aseguró en Anchorage el comisionado japonés, Akira Nakamae, según informó hoy la agencia local Kyodo.

"Nuestra paciencia tiene un límite", indicó Joji Morishita, otro comisionado nipón presente en la conferencia en territorio estadounidense, clausurada a última hora del jueves.

Los enviados nipones habían presentado una resolución a los 77 países que conforman la CBI que pedía que se abriese la veda a la pesca costera de ballenas a pequeña escala.

La iniciativa fue rechazada y la moratoria de 1986 fue ratificada con los votos a favor de 37 miembros, la abstención de 36 y la oposición de cuatro.

Las autoridades japonesas creen que la Comisión Ballenera ya no cumple con el cometido para el que fue creada en 1946: conservar el número de estos cetáceos y gestionar las capturas internacionales.

En su opinión, la CBI es una entidad que se dedica únicamente a proteger a las ballenas desde que se impuso la moratoria que prohíbe su caza, con algunas excepciones.

Las autoridades niponas estudian ahora crear un nuevo organismo internacional que sirva para regular la industria ballenera, aunque aún no han desvelado los detalles de su plan.

Desde que está vigente la moratoria, la caza de ballenas ha continuado, no obstante, bajo la tutela de la CBI con varios objetivos.

Así, se permiten las capturas de subsistencia por pueblos aborígenes aunque la Comisión negó a Japón ese derecho para poblaciones del país.

Japón, y otros países balleneros, caza más de 2.000 cetáceos al año con fines científicos, algo que los ecologistas consideran una forma encubierta de realizar capturas comerciales.

Desde el punto de vista nipón, recogido en la página web de la Asociación Ballenera de Japón (JWA, en inglés) existe una cerrazón por parte de los países anglosajones y los grupos ecologistas que impide normalizar la caza y el comercio de estos animales.

"Japón cree firmemente que debería continuar la protección de especies como la ballena franca o la ballena azul, pero hay abundancia de otras como la ballena minke o la Bryde, y se necesita una gestión pesquera al respecto", explica la JWA.

Esa asociación indica que, en caso de que finalizase la moratoria, la CBI regularía la pesca y evitaría excesos, aunque considera que en la actualidad la Comisión está controlada por grupos contrarios a la captura de ballenas apoyados por ONGs.

La asociación señala además a Greenpeace como principal promotor de la moratoria vigente, después de conseguir el apoyo de países "que nada tienen que ver con la caza de ballenas".

Sin embargo, la JWA afirma que Japón no puede renunciar a su derecho a capturar cetáceos porque forma parte de la cultura del país y "sería como pedir a los estadounidenses que no consuman hamburguesas o a los británicos que no coman ´fish and chips´".

A la vez, defiende las investigaciones científicas con ballenas porque asegura que han permitido conocer mejor estos mamíferos, aunque en algunos casos haya que matar al animal para obtener suficientes muestras de ADN.

La lucha interna en el seno de la CBI ha llegado al punto de que las organizaciones ecologistas acusaron a Japón de tratar de comprar votos de países pobres, mientras las autoridades niponas aseguran que su apoyo económico a pequeños miembros de la Comisión responde sólo a ayuda oficial al desarrollo.