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Reparto desigual

Los peligros de un mundo dividido por la brecha de vacunas

Mientras países como España, Reino Unido y Emiratos Árabes superan el 70% de población vacunada, en República Democrática del Congo tan solo un 0,09% de los ciudadanos han recibido una dosis contra el covid-19

Una mujer sostiene el vial de una vacuna contra el covid-19 durante una jornada de vacunación en Bangladesh.

Mientras los países más ricos del mundo ya han vacunado a más de la mitad de su población contra el covid-19, los estados más pobres del planeta apenas han podido entregar una dosis al 1,3% de sus habitantes. Ahora, mientras unos discuten si entregar un tercer pinchazo para reforzar la inmunidad de los suyos, otros todavía esperan que estos fármacos lleguen a los colectivos más vulnerables y expuestos al virus. Esta es la brecha de vacunas que desde hace al menos ocho meses divide al mundo en dos y que, según denuncian expertos y autoridades sanitarias, podría marcar el futuro de la pandemia

El reparto de las vacunas contra el covid-19 dibuja un mapa completamente fragmentado. En estos momentos, según recoge el balance de 'Our World in Data', en los países de altos ingresos alrededor de un 58% de la población ya ha recibido al menos una dosis contra el covid-19. España, Reino Unido y Emiratos Árabes destacan como algunos de los estados con las campañas de vacunación más avanzadas del mundo, con más del 60% de la población con dosis completa. Entre los países con más dosis administradas hasta la fecha también destacan India (con 434 millones de dosis), Estados Unidos (199 millones) y Brasil (122 millones).

Estos números palidecen frente a los registros del otro extremo del mundo. En República Democrática del Congo, por ejemplo, apenas se ha entregado una dosis al 0.09% de la población. En Haití, donde el total de dosis recibidas llega a poco más de 20.000 unidades, solo hay un 0.18% de ciudadanos que han recibido un pinchazo contra el coronavirus. El total de dosis recibidas por Camerún, un país con la mitad de población de Inglaterra, es prácticamente el mismo que Reino Unido administra en una mañana, escribe Tim Harford en 'The Financial Times'. El reparto desigual de las vacunas muestra que las diferencias entre países se extreman y la brecha de medicamentos se ha convertido ya en un abismo. 

El nacionalismo de vacunas

"Esta brecha de vacunas es cada vez mayor porque los países de renta alta están luchando contra la pandemia solo de fronteras para adentro y han olvidado completamente que estamos ante una crisis global. Esto es el nacionalismo de vacunas del que llevábamos tiempo alertando", comenta Rafael Vilasanjuan, miembro del consejo de dirección de la Alianza Global para la Vacunación (GAVI). "No es ético mantener un mundo tan desigual. Pero tampoco es inteligente dejar que el virus campe a sus anchas en la mitad del mundo, porque esto podría originar variantes más contagiosas o más mortíferas que nos devuelvan a todos en la casilla de salida", explica. 

"No es ético mantener un mundo tan desigual. Pero tampoco es inteligente dejar que el virus campe a sus anchas en la mitad del mundo"

Rafael Vilasanjuan - Miembro de GAVI

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"Estamos ante un estado de naturaleza hobbesiano en el que cada país lucha por su propia supervivencia y no le importa qué puede sucederle al vecino. La pandemia nos brindó una oportunidad perfecta de actuar de manera cooperativa y solidaria para salir todos juntos de esta crisis. Pero las rivalidades entre países lo han convertido en un sálvese quien pueda", sentencia la filósofa argentina Florencia Luna, directora del programa de bioética de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). 

La experta recuerda que este nacionalismo de vacunas arrancó incluso antes de que llegaran las primeras dosis contra el covid-19. Se empezó a ver, por ejemplo, cuando solo los estados más ricos e influyentes del mundo tuvieron acceso a las negociaciones con las grandes farmacéuticas, mientras que los países de renta baja quedaron a la merced de las 'dosis solidarias' de la plataforma Covax. Posteriormente, el nacionalismo de vacunas también se ha visto reflejado en la llegada y el reparto de los fármacos. El primer lote de vacunas entregado en África, por ejemplo, llegó en marzo a Ghana con 600.000 dosis. Por aquellas fechas, España celebraba sus cinco millones de dosis administradas y Estados Unidos presumía de una media de dos millones de pinchazos al día. 

"Estamos ante un estado de naturaleza hobbesiano en el que cada país lucha por su propia supervivencia y no le importa qué puede sucederle al vecino"

Florencia Luna - Filósofa experta en bioética

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El debate de la tercera dosis

En un mundo ya dividido por la brecha de vacunas, preocupa que la (eventual) llegada de terceras dosis ahonde todavía más en esta fractura. Por eso mismo, hace tan solo unas semanas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) pidió una "moratoria" para que los países de renta alta retrasen la entrega de estos pinchazos de refuerzo hasta que al menos el 10% de la población global esté inmunizada contra el covid-19. Sobre todo en un contexto en que la variante delta está disparando de nuevo los contagios en todo el mundo, incluidas las zonas más pobres y precarias del planeta. 

"Es muy pronto para saber si necesitamos una tercera dosis aquí y muy tarde para debatir si las enviamos a los países pobres donde sabemos que las necesitan", denuncia Vilasanjuan en declaraciones a este diario. Según explica el portavoz de GAVI, en el mejor de los casos se prevé que los países de renta baja podrían llegar a vacunar el 20% de su población cuando en los países de renta alta ya se haya superado el 80% de inmunizados. Si los pronósticos se cumplen, África podría recibir entregas estables de 500 millones de dosis al mes hacia finales de este año. El continente podría arrancar su campaña de vacunación masiva en 2022; más de medio año después que Europa.

""Es muy pronto para saber si necesitamos una tercera dosis aquí y muy tarde para debatir si las enviamos a los países pobres donde sabemos que las necesitan"

Rafael Vilasanjuan - Miembro de GAVI

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Un reciente balance del Grupo de expertos en inmunización de la OMS mostró que, hoy por hoy, tan solo 10 países están acaparando más del 70% de la producción mundial de vacunas. Mientras, las zonas más pobres del mundo apenas han recibido 208 millones de dosis de las 4.800 producidas hasta la fecha. "Ahora mismo hay suficientes vacunas para proteger el mundo, pero no se están repartiendo ni en el orden correcto ni en todos los lugares donde se necesitan", denunció el pasado miércoles Bruce Aylward, asesor de la OMS, en referencia al reparto desigual de las dosis. 

Modelo más justo

"Es lógico que los países quieran priorizar el bienestar de sus ciudadanos frente al resto, pero si esta crisis necesita un enfoque mucho más global", comenta Luna. La filósofa, coautora de un estudio que ha trazado un 'marco ético para la asignación mundial de vacunas', argumenta que si pudiéramos volver atrás "la estrategia más justa hubiera sido que cada país vacunara el 25% de su población, o lo suficiente para evitar el colapso sanitario, y después entregara las demás dosis para que todos los países pudieran conseguir ese objetivo cuanto antes". "Hay razones morales y éticas para defender este camino, pero es complicado aplicarlas en un mundo donde, desgraciadamente, predomina una actitud egoísta", comenta. 

"Hay razones morales y éticas para defender este camino, pero es complicado aplicarlas en un mundo donde, desgraciadamente, predomina una actitud egoísta"

Florencia Luna - Filósofa experta en bioética

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Vilasanjuan, por su parte, reclama acelerar inmediatamente las donaciones de dosis al fondo Covax para intentar erradicar el virus en todos los rincones del planeta. De lo contrario, aunque los países cumplan individualmente sus objetivos de vacunación la pandemia seguirá activa (y, por lo tanto, las restricciones transfronterizas también). Un análisis realizado por GAVI estima que si la campaña de inmunización contra el covid-19 no se extiende hasta los países pobres, el coste de lidiar con la pandemia podría ascender hasta los 1,2 billones de dólares al año. El nacionalismo de las vacunas sale caro.

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