Se trata de la inflamación de la membrana que existe alrededor del corazón y que le acompaña en su latir, como la pleura rodea al pulmón, el pericardio cubre al músculo cardíaco. Los cardiólogos españoles e italianos son los que más han estudiado esta patología, que suele ser benigna pero que obliga a un reposo prolongado a quien la padece.

Según explica a Infosalus el doctor Jaume Francisco, especialista del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Vall d'Hebron de Barcelona, en nuestro medio en la mayoría de ocasiones, entre un 80% y un 90%, las causas de la pericarditis son víricas aunque no se suele identificar el virus que la ha causado y sólo en un porcentaje pequeño se deben a causas específicas como una infección bacteriana, enfermedades autoinmunes o una tuberculosis y pueden presentarse en pacientes inmunodeprimidos.

La pericarditis suele producir dolor en el pecho que se asemeja a pinchazos durante el día, al tumbarse, moverse o respirar y pueden presentarse otros síntomas de una virasis como febrícula o fiebre. En el diagnóstico diferencial hay que distinguir este dolor del de la angina de pecho, que suele ser más de tipo opresión que no pinchazos y que no suele exacerbarse con los cambios de postura o con la respiración.

Un segundo aspecto que tienen en cuenta los médicos en el diagnóstico de la pericarditis es la exploración física y la detección mediante la auscultación del roce pericárdico. El pericardio está lubricado y se desplaza junto al corazón en su latido pero si existe inflamación se oye una especie de roce del pericardio con el corazón, aunque no siempre es posible detectarlo.

Además, se presentan alteraciones típicas de esta inflamación en el electrocardiograma con un cambio en la morfología de las ondas. Por último, el ecocardiograma identifica la presencia de líquido de nueva aparición o la existencia de una mayor cantidad de la esperada. Para el diagnóstico de la pericarditis se deben reunir al menos dos de estos cuatro criterios.

Sin gravedad pero necesita reposo prolongado

"Se trata de una afectación benigna y autolimitada, por eso es menos estudiada, pero genera molestias en el paciente y entre un 20% a 30% de quienes la padecen, sufren recaídas. Sin embargo, las formas secundarias raras suelen tener una peor evolución que depende de la causa que las generó y su gravedad", comenta el doctor Francisco.

La gran mayoría de pericarditis cursa sin complicaciones ni ingresos y no requieren de seguimiento a largo plazo. Sin embargo, una de las complicaciones puede ser una acumulación de mucho líquido en el pericardio que comprime el corazón que queda atrapado sin poder hincharse de la suficiente sangre para bombear al organismo. En estos casos se realiza una pericardiocentesis que consiste en una punción en el pericardio para retirar el líquido.

También en los casos graves la inflamación puede trasladarse al músculo cardíaco y ocasionar una miopericarditis, una patología diferente y con peor pronóstico. Pero el doctor Francisco afirma que la complicación más común de una pericarditis es que vuelva a presentarse.

Poco frecuente y poco estudiada

Los datos epidemiológicos de las guías europeas sobre cardiología apuntan a 27 casos por cada 100.000 habitantes/año, al 0,1% de los ingresos hospitalarios y al 5% de las consultas en urgencia debidas a dolor torácico.

"La pericarditis es muy distinta del resto de enfermedades cardiológicas en cuanto a los factores de riesgo implicados, se trata de una enfermedad más frecuente en gente joven y relativamente infrecuente entre las enfermedades del corazón y de otros sistemas orgánicos. Sin embargo, puede presentarse a cualquier edad", señala el cardiólogo del Vall d'Hebron.

La pericarditis responde a un tratamiento con antiinflamatorios, aspirina o ibuprofeno, y en dos a tres días el paciente suele quedarse sin clínica y se encuentra bien. Pero se trata de una enfermedad molesta ya que el tratamiento supone un mes con antiinflamatorios que deben ir retirándose de forma progresiva y un reposo obligado ya que si no la enfermedad no se cura del todo.

Aunque se podría hablar de una predisposición personal, no se puede identificar a quienes tienen un mayor riesgo de desarrollarla ya que se trata de una patología en la que existen pocos estudios, los más numerosos realizados en España e Italia.