Con el verano ya en marcha toca protegerse del sol. Cada vez estamos más concienciados de la necesidad de resguardarse del astro rey, como demuestra el hecho de que el 98% de la población española usa crema solar. Sin embargo, ello no significa que se utilice de forma adecuada.

La piel es el órgano más grande del cuerpo humano que debemos proteger de los rayos solares. A la hora de tomar el sol tenemos que usar siempre protección solar para evitar enfermedades cutáneas, que pueden ir desde leves quemaduras a cáncer de piel.

Nuestra piel tiene efecto memoria, por lo que es posible sufrir enfermedades mucho tiempo después de haber dejado de tomar el sol. No obstante, cabe recordar que el sol es fuente de vitamina D, por lo que hay ciertas horas -al amanecer y al atardecer- en las que no es necesario embadurnarse de crema.

Tipos de cremas solares

El factor SPF (15, 30, 50, 50+) que aparece en todas las cremas se refiere a la protección contra los rayos ultravioleta B, que fueron los primeros que se supo que podían causar cáncer. Posteriormente se descubrió que los A también pueden originar la enfermedad. Por eso es importante que el protector sea eficaz para ambos tipos de rayos.

Cada tipo de piel necesita una crema solar determinada. Hay dos tipos: piel clara y oscura. La primera se quema con facilidad y se broncea ligeramente (factor de protección solar o SPF 20, 30 ó 50, que bloquea hasta el 97% de los rayos ultravioleta). La segunda no suele quemarse y por lo general siempre se broncea (factor 8-12). El nivel de protección apenas varía en las cremas con SPF por encima de 30. En cualquier caso, los expertos no recomiendan usar cremas de menos de un 20 de SPF.

En cuanto a los niños, usar en la medida de lo posible un factor de protección 50 (en cualquier caso nunca menor a 30). A los bebés de menos de 6 meses hay que apartarlos por completo de los rayos solares y no echarles crema, ya que su piel es todavía inmadura y los protectores no están preparados para ella.

Hay otros aspectos a tener en cuenta. En el monte se necesita un factor más elevado que en la playa porque en altura el efecto de los rayos solares es mayor. Tampoco hay que olvidar untarse si salemos a dar un paseo por la ciudad. Los daños que puede causar el sol son los mismos que en la piscina o la playa, según advierten los expertos.

Existen además zonas más propensas a quemarse, como pecho, hombros, rodillas, frente o pómulos. Es por ello que debemos prestarles especial atención por si es necesario aplicar un SPF más elevado o bien protegerlas con alguna prenda (sombrero, gorra, gafas?).

Renovar la protección cada dos horas

Aplicar el protector media hora antes exponernos al sol para que la piel absorba bien la crema y hacerlo con los dedos juntos para esparcir bien el protector y no dejar zonas sin cubrir.

Si nos bañamos, aunque la crema sea resistente al agua, cuando salgamos conviene secarse y echarse una nueva capa para evitar sustos.

La protección debe renovarse al menos cada dos horas y con los dedos juntos. Recordar que los rayos solares inciden de manera más fuerte entre las doce del medio día y las cuatro de la tarde.

Por otro lado, hay que evitar productos como autobronceadores, sprays con alcohol, como desodorantes o colonias, y maquillaje (contienen productos químicos que con la exposición al sol pueden provocar manchas).

Los niños no deben estar expuestos al sol antes de los tres años. A partir de esa edad, usar cremas con un SPF de 30 o superior, y protegerlos con gorras y gafas de sol.