La prueba del Ford Edge fue exactamente aquello que esperábamos. Puede parecer una valoración demasiado simple y poco favorecedora, pero en realidad habla del inmejorable trabajo realizado por los ingenieros de la firma del óvalo, que tenían la difícil tarea de crear un todocamino que se situase un escalón por encima del ya de por sí excepcional Kuga.

Hemos de confesar que ya íbamos predispuestos a que este modelo nos gustase, puesto que nos encantó su diseño desde la primera vez que lo vimos por internet. Aún así tenía el reto de no decepcionarnos en directo, y lejos de ocurrir esto, nos pareció si cabe más bonito. Tiene ese inconfundible aspecto ´Made in America´, con unas formas robustas, un frontal exagerado como les gusta a los yankees, y una trasera no menos sobredimensionada que da cabida a un cuadro de luces sencillamente espectacular que recorre la totalidad de su línea horizontal.

Sus rotundas formas van en concordancia con unas generosas dimensiones exteriores. El Edge se sitúa en lo alto del catálogo de todocaminos de Ford, con 28,4 centímetros más que el Kuga, lo que le otorga una longitud total de 4,81 metros. Su anchura total son 1,92 metros y su altura alcanza los 1,69 metros, lo que conforma un vehículo realmente imponente en su aspecto exterior y permite ofrecer un interior muy espacioso en el que destaca un maletero de nada menso que 602 litros de capacidad.

A su vez, y gracias a una batalla de 2,85 metros, los ocupantes gozan de espacio de sobra para las rodillas, además de una gran anchura a la altura de las caderas y una altura interior que permitirá viajar en la parte trasera a ocupantes de cualquier estatura sin problemas. Con todo ello y como pudimos comprobar, el Edge puede albergar a cinco pasajeros adultos con un confort excepcional. Pero este confort no sólo es resultado de unas medidas generosas, sino también de la gran dedicación a la hora de diseñar el habitáculo.

Superar a Kuga no sólo era cuestión de hacer un coche mayor, sino que también era fundamental elevar la calidad de vida a bordo que ofrece éste. Cuando montas en el Edge tienes la sensación de entrar en un coche de gama alta. La apabullante tecnología que te rodea y te hace la vida más fácil y agradable, un espacio totalmente insonorizado y aislado, y una calidad de rodadura inmejorable „ entre otros muchos aspectos„ hace de este modelo un coche con el que viajar se convierte en un auténtico placer.

A los mandos de la ´nave´

No menos placentera es la experiencia del conductor. Situarse al volante del Edge es hacerlo a los mandos de una gran ´nave´. No se trata de un SUV más, sino del tope de gama de Ford y así debía de ser. Tampoco hay que pensar por ello que el Edge es un todocamino tosco y difícil de manejar; más bien todo lo contrario. Todos los mandos están allá donde manda la lógica, se accionan con una suavidad envidiable, y gracias a la altura del vehículo se tiene una sensación absoluta de control del vehículo.

Este aspecto se refuerza con el gran comportamiento del Edge. La firmeza con la que pisa el coche en carretera, contrasta con la ligereza con la que es capaz de moverse en tramos más revirados o incluso por la ciudad. Una dualidad difícil de conseguir, pero que en este caso es posible gracias al compromiso de un tarado de suspensiones que resulta lo suficientemente firme como para evitar los balanceos de su alta carrocería pero permisiva la hora de absorber las irregularidades del firme, a una moderna dirección adaptativa que ajusta su dureza a las condiciones de la conducción y al efectivo rendimiento de la Tracción Total Inteligente de Ford (AWD).

Su excepcional chasis nos dio la sensación de estar por encima de las prestaciones del motor. El propulsor 2.0 diésel de 180 cv con tracción integral y cambio manual de seis relaciones que montaba la unidad de pruebas nos pareció algo perezoso en bajas revoluciones. Para exprimir sus prestaciones había que apurar demasiado las primeras marchas, lo que puede acabar por penalizar el consumo. Es el único pero a un motor del que destacaríamos su suave funcionamiento y su baja rumorosidad. No tuvimos la oportunidad de probar el motor Bi-Turbo de 210 cv con cambio automático de doble embrague Powershift, pero quizá se ajuste mejor a las características del Edge por sus mayores prestaciones.