El coche del futuro es eléctrico". Esa afirmación la estamos escuchando a diario. Periodistas, expertos, gurús y contertulios de barra de bar tienen claro que el mañana será sin emisiones. Pero cabe preguntarse lo lejos que está el mañana. Y lo cerca que están otras alternativas.

En un mundo ideal nadie contaminaría, todos seriamos civilizados y el coche no sería más que una simple herramienta que nos llevaría de un punto a otro. Pero el coche es un elemento pasional, y a los que viven el mundo del motor con pasión -que no son pocos- la ausencia de sonido en el motor les parece un sacrilegio. Esta semana, un prestigioso periodista de motor de este país me decía que "un coche eléctrico es como un electrodoméstico. Y yo no podría conducir una nevera". Me empezó a hablar entonces de las alternativas al motor de combustión, con el coche híbrido como un claro exponente.

Luego me contó las bonanzas de los vehículos impulsados por pilas de hidrógeno, capaces de recorrer centenares de kilómetros con un coste ridículo y sin contaminar lo más mínimo. "El hidrógeno será en el futuro lo que la gasolina fue en los primeros años de la industria del automóvil". La frase, del presidente de Toyota, Takechi Uchiyamada, podría ser cierta, pero tanto a mi amigo periodista como al presidente de Toyota se les escapa un pequeño detalle: el futuro es autónomo.

Eso nadie lo duda, y un coche autónomo, con sus procesadores, láseres, cámaras de infrarrojos y sistemas de detección lo que necesita es electricidad. Ni gasolina ni hidrógeno: electricidad. Y cuanto más autónomo, más energía requiere. Ahora vuelva usted a preguntarse: ¿cuál será el combustible del mañana?