No hace mucho mantenía una acalorada discusión con un buen amigo que, pese a ser una grandísima persona -en todos los sentidos-, para su desgracia es un gran seguidor de Valentino Rossi. Qué le vamos a hacer...

El motivo de dicha discusión se lo pueden imaginar: que si Rossi es mejor que Lorenzo, o si Lorenzo es mejor que Rossi -de Márquez hablaremos otro día-. Entre argumento y argumento, así como iban pasando las horas, uno no podía más que tener la sensación de que ponernos de acuerdo iba a ser tan imposible como hacer que Rajoy y Sánchez coincidan en algo. Y es que, por mucho que le pese a los lorencistas, Rossi es historia viva del motociclismo, y eso nadie lo puede negar. El italiano ha sido el piloto que ha puesto al motociclismo en un nivel de fama y audiencias que jamás habríamos soñado los aficionados a las dos ruedas.

Pero tampoco puede negar nadie que durante la época dorada del italiano sus rivales eran de una calidad digamos que distraída. Y que Sete me perdone, pero Rossi nunca tuvo a rivales del nivel de Lorenzo o Márquez -del que hablaremos otro día, insisto-. Y cuando le ha tocado enfrentarse a ellos, en fin, ya vemos el resultado.

La era del dios todopoderoso e intocable del motociclismo terminó cuando un joven mallorquín, con un estilo de pilotaje tan fresco como perfecto, tomó a base de victorias y puntos el monte Olimpo del Zeus Rossi. Desde que Lorenzo puso su pie en el mundial de MotoGP es el piloto que más victorias, poles, puntos y campeonatos ha conseguido.

Y sí, puede que su apariencia haga que los patrocinadores prefieran al italiano, pero mientras Rossi se llena los bolsillos, Lorenzo carga su mochila de victorias. Y de títulos. Y ojo, que el año que viene, vestido de rojo, caerá el quinto.