Su lema es "desde Asturias hasta el cielo". Manuel Mon ha llegado a lo más alto de la peluquería sin salir de su tierra natal. "La gente me dice que por qué no me voy a una ciudad grande como Madrid o Barcelona, pero eso me implicaría un cambio de vida que no quiero ahora mismo. Cuanto más viajo más consciente soy de que como en Asturias no se vive en ningún sitio". Y no lo dice por decir. Este ovetense de adopción, y que nació en Pola de Allande hace 46 años, ha sido elegido mejor peluquero de España y del mundo en 2012, y hace unas semanas, mejor peluquero de vanguardia internacional por el prestigioso club Fígaro. Unos reconocimientos que le han permitido trabajar en diferentes partes del mundo (Dubai, Yugoslavia, Sudáfrica, México, etcétera) y con las marcas más prestigiosas.

En un primer pensamiento, antes de conocerlo, podría pensarse que para llegar a ser lo que es Manuel Mon podría ser una persona excéntrica vistiendo o arriesgada en su look. Nada más lejos de la realidad. Cuida su imagen, sí. Pero nada de cortes extravagantes, mezclas de colores en su cabello ni estampados impactantes. Se codea entre los más grandes, y es uno de los profesionales más alabados de su sector, pero sigue siendo el mismo Manuel de siempre. Campechano, sonriente, expresivo, amante del arte, sensible ante las cosas bellas y enamorado de su profesión. Llegó al mundo de la peluquería de casualidad. "No era el típico niño que soñaba con ser peluquero. Empecé a trabajar muy pronto por motivos familiares. A los 14 años ya estaba trabajando en hostelería. Tenía las tardes libres y un compañero me dijo que le acompañara a la escuela de peluquería, que estaba estudiando allí su mujer. Fui y me gustó lo que vi. Me encajaba el horario y decidí probar. Al terminar, en 1989, monté mi primer salón. Lo monté en casa porque no tenía dinero. Dos años después de empezar, me presenté al primer concurso, la Copa Revlon, en el año 1991. Gané el provincial y luego el nacional. Me llevé un millón de pesetas, que me vinieron fenomenal porque estaba empezando".

Para el primer concurso de su vida, Manuel Mon tuvo que preparar un trabajo comercial, pero ya definió las líneas que marcarían su exitosa carrera. "La colección se llamaba La diosa del fuego. Era un trabajo con pelo natural, en rojo y negro, y para el que diseñé un vestuario a juego". Y es que Mon crea, además de obras de arte con el pelo, todo el vestuario que las acompaña. "Monto colecciones completas, creo que tienen que tener un hilo conductor. Si es una colección de vanguardia, que tenga la misma técnica, la misma textura, los mismos colores y que lo que la envuelva sea así también".

"España es un referente internacional"

Entre sus numerosos reconocimientos, hay uno que destaca por encima de los demás. "Ganar el Campeonato de España fue increíble, pero estar en Budapest representando al país, con 5.000 personas viéndolo en directo, con 500 profesionales de España allí apoyándome, es una cosa inexplicable". Esa imagen se quedó grabada en su cabeza para siempre. "Cuando dijeron el nombre del ganador, y la sala escuchó Manuel Mon de España, los 500 españoles se subieron a las mesas. Fue algo increíble", explica. La colección que le llevó hasta ese éxito inimaginable estaba inspirada en Picasso y una de sus esculturas. "Siempre me gustaron los perfiles picassianos, y decidí crear uno. En el Campeonato del Mundo tienes que llevar la misma colección con la que ganaste en tu país, que se compone de tres trabajos. Uno más comercial y dos más vanguardistas. En el del mundo opté por el más arriesgado de los tres, y acerté".

A partir de ese momento, su vida profesional dio un giro. "Eres el mejor del mundo y todo lo que haces se mira con lupa. No te puedes permitir ni un error. Tus trabajos como "freelance" aumentan, y también las tarifas que puedes cobrar. Te llaman clientas de Madrid, de La Coruña, de León, que quieren venir a cortarse el pelo contigo. Podría vivir ya sólo de eso". Pero no quiere. A pesar del éxito, sigue siendo el mismo que empezó hace 25 años en su piso de Oviedo. "No me gustaría dejar el trabajo de salón. Yo voy a donde me digan para trabajar, pero siempre volviendo aquí. Tengo clientas que llevan toda la vida conmigo. Las peiné a ellas, peiné a sus hijas en la comunión, cuando se casaron, y ahora peino a sus hijas. La fidelidad que hay con la peluquería en el norte de España pasa en muy pocos sitios". Como experto en la materia, afirma que España, y sobre todo el Norte, se ha convertido en el referente internacional de la peluquería. "Antes todos los profesionales se iban a Francia, a Milán o a Londres. Ahora vienen a ver lo que hacemos aquí". Mon explica que las asturianas no son personas arriesgadas en cuanto a los cortes o los colores, pero sí son muy fans de la peluquería. "Aquí hay mucha más vida social que en el Sur. Además, la humedad hace que tengas que ir más que en las provincias con climas secos, por eso la gente ya empieza muy joven a visitar las peluquerías".

Para sus colecciones se inspira en el mar, en la galaxia, en el arte o en la naturaleza. Es autodidacta y cree que lo que consigue con el pelo es un don. "Un pintor pinta sobre un lienzo; yo, sobre el pelo. Me gusta investigar, ver hasta dónde puede llegar una técnica. Así creé, por ejemplo, la técnica de cestería con la que gané el Campeonato del Mundo". No es ambicioso. "Volver al Campeonato del Mundo sería de avaricioso. He podido disfrutarlo, saber que estoy haciendo las cosas bien y que la gente reconoce mis trabajos. No puede haber mejor premio".