Esta semana viví una situación surrealista. No era la primera vez que me ocurría y, muy probablemente y por desgracia, no será la última. Tuve que visitar a unos clientes que habían sido denunciados por un vecino porque sus perros ladraban mucho, especialmente cuando se quedaban solos en casa. Esta situación no tiene nada de especial en sí mismo, puesto que las vocalizaciones (ladridos, aullidos, lloros…) excesivas, son uno de los principales problemas de conducta que tenemos que tratar los veterinarios etólogos. Lo que escapa de la normalidad es que los propietarios de los animales (2 perros) al recibir la denuncia por parte de la policía local (2 agentes) recibieron también un consejo por parte de estos: “Si no quiere más denuncias, póngale usted un collar eléctrico anti-ladrido a cada perro”. Señores de la policía local de Palma, no es función de la policía hacer diagnósticos veterinarios y recomendar un tratamiento de estas características para ningún animal. Ya comentamos con anterioridad en este mismo blog que los collares que aplican descargas eléctricas no están indicados para tratar ningún problema de conducta, ninguno, sin embargo, están menos aun indicados para tratar posibles problemas de ansiedad. ¿Se imaginan que ustedes tienen un ataque de pánico en mitad de un vuelo, por ejemplo, y que la tripulación de cabina, para calmar su ansiedad y que dejen de chillar, les den una descarga eléctrica? Pues eso es exactamente lo mismo que haría un collar eléctrico a un perro que ladra porque tiene miedo a quedarse solo en casa. Una auténtica barbaridad, no hará más que empeorar el problema de ansiedad (aunque desaparezcan los ladridos).

Los problemas de conducta de los perros (y de los gatos) son muy importantes. En primer lugar, porque son muy frecuentes, según los diferentes estudios afectan al 70-90% de los perros. En segundo lugar, porque casi siempre afectan gravemente al bienestar del animal y de los propietarios y, lo que es incluso peor, a su vínculo. La pérdida del vínculo entre la familia y su mascota termina, desgraciadamente, con el abandono o la eutanasia del animal en un elevado número de casos. Según la infografía de la Fundación Affinity sobre las causas de abandono de perros y gatos en España en los últimos años, los problemas de comportamiento son, históricamente, una de las principales causas de abandono de animales de compañía. Además, en muchos casos, suponen un riesgo para la salud pública (los problemas de agresividad especialmente). Los problemas de conducta deben ser correctamente diagnosticados y tratados, y se le debe dar la importancia que tienen. Por decirlo de otra manera, ninguna enfermedad médica hace que se abandonen o de sacrifiquen tantos animales de compañía como los problemas de conducta. Por lo tanto, ¡no banalicemos los problemas de conducta! Si los menospreciamos, estaremos haciendo un flaco favor a los perros y a la sociedad en general.

Quiero terminar este artículo con dos reflexiones. La primera, el hecho de haber tenido perro o gato toda la vida y haber convivido con ellos, no nos aporta los conocimientos para diagnosticar y tratar los problemas de conducta (ni tampoco los problemas médicos). Es un error y una temeridad hacerlo. Muchos de nosotros cogemos vuelos mensualmente para movernos de un lugar a otro, y no por ello estamos capacitados para pilotar un avión (o eso creo). La segunda, y quizás más importante, es que después de analizar el caso, y muchas horas de grabación de los perros estando solos, ninguno de los animales ladrada o lloraba cuando se quedaban solos en casa. Solo lo hacían cuando los propietarios llegaban a casa porque se ponían contentos. Probablemente eran los perros de otro vecino. Si los propietarios hubieran accedido al consejo de la policía (por miedo o por la razón que sea), ahora mismo habría dos perros que cuando su familia llega a casa después de trabajar, ladrarían de alegría y, de repente, recibirían una descarga eléctrica. ¿Se imaginan?