Quizás muchas. Al menos, eso parece para algunos ayuntamientos que, con frecuencia, se enmarronan, nunca mejor dicho, en su lucha contra las cacas de perro aplicando sistemas tan novedosos como peregrinos.

Para empezar, quiero advertirles, por si aún no lo habían notado, que hoy voy a hablar de mierdas. O si lo prefieren más finamente, de esas deposiciones que realizan los animales en las calles y parques de la ciudad.

Lo primero es aclarar, por si alguien aún lo dudaba, que los animales son los autores de las mismas, sí, pero no los responsables. Al fin y al cabo, se trata sólo de una necesidad fisiológica. Vamos que, cagar, cagamos todos, y malo del que no lo haga. El problema, por lo tanto, no es ese.

En realidad, somos aquellos que vivimos con los animales los auténticos responsables, los que, cuando los sacamos a pasear, debemos recoger sus excrementos y rociar con agua jabonosa sus orines, y, no porque la ley nos obligue a hacerlo, que nos obliga, sino porque nuestra responsabilidad como ciudadanos y como personas amantes de los animales, es la de cuidar de nuestra ciudad y, muy importante, no hacer nunca nada que pueda promover el odio o la adversión hacia éstos.

Por eso, es lógico que los ayuntamientos se preocupen y actúen contra aquellos que las ensucian. Eso está claro. Pero, por ejemplo ¿Se persigue con igual virulencia al que arroja papeles, objetos o, simplemente, chicles a la calle? Mirando la situación de las aceras, creo que no. No sé si alguna vez se han fijado pero, esas manchas redonditas que salpican todo el pavimento de las ciudades, no son de agua, son chicles pegados que, por el tiempo que algunos llevan incrustados, bien podrían tener la calificación de monumentos históricos del patrimonio nacional. Por otro lado ¿Qué me dicen de cómo quedan las calles tras esas noches de celebraciones y fiestas? A menudo, se necesitan varias cuadrillas limpiando para dejarlas como estaban.

Por eso, cuando veo cómo hay municipios que pretenden poner en marcha analizadores de ADN para controlar los excrementos de los perros, siempre pienso lo mismo. Por un lado, que hacer el ridículo es libre. Por otro, que la serie del CSI ha hecho mucho daño. Y, por último, que si de verdad quieren tener ciudades limpias y coger muestras de ADN, que cojan las nuestras porque, con perdón de los animales, nosotros somos los únicos cerdos de esta historia.