Existen conductas y actitudes que actualmente son políticamente incorrectas con los seres humanos, sin embargo con los animales parece que todo vale. Cuando se trata de personas estaría muy mal visto y causaría un gran rechazo social, por ejemplo no querer tener un amigo porque el color de su piel sea negro y preferir relacionarse sólo con humanos blancos. Sin embargo todos los que gestionamos adopciones sabemos que los animales de color negro son los menos adoptados y los que más trabajo cuesta encontrarles una familia que quiera compartir su vida con ellos sin fijarse en aspectos superficiales.

También es frecuente encontrar una oposición social mayoritaria a la hora de dar importancia a aspectos superficiales en los demás, sin embargo a la hora de elegir un animal con el que compartir nuestra vida, nos encontramos con que los adoptantes en muchas ocasiones, se fijan en cosas como si les parece bonito, la edad (porque un cachorro es más llamativo), el sexo o el color. No obstante, dichos aspectos nada tienen que ver con lo que ese animal nos va aportar en nuestra convivencia con él.

Por lo tanto, podemos concluir que con los seres humanos disimulamos nuestras carencias a la hora de ser realmente justos, respetuosos e igualitarios con los demás, ciñéndonos comportamientos socialmente considerados como correctos, por miedo al rechazo o la condena social en este sentido. Sin embargo, es con los animales con quienes dejamos salir nuestras verdaderas preferencias, rechazando por ejemplo animales por el color de su piel. Si ser racista con las personas se considera inadecuado, con el resto de seres debería serlo también. Animales que nacen con un color que no llama a la atención de esos humanos superficiales, sufren las consecuencias de esta falta de valores, muchas veces con su propia muerte, condenados a no ser queridos ni tratados como se merecen, por una cuestión genética con la que nada tienen que ver.